Como el Padre me ama a mí, así os amo yo a vosotros”, dice Jesús. Y exhorta: “permaneced en mi amor”. Concluye el pasaje, con una aplicación práctica: “amaos unos a otros”, ¿cómo? “como yo os he amado”. Si releemos el texto nos damos cuenta que el amor no puede estar quieto o aislado. El Padre ama al Hijo, y éste ama al Padre en el Espíritu, y nos ama a nosotros. Dios pide no solo ser correspondido sino también, que “nos amemos los unos a los otros”.
Fácilmente entendemos de este dinamismo -a la vez- humano y divino, que el amor no se gasta por darlo, sino que se renueva y fortalece dándolo. Estamos no solo ante la más breve y perfecta definición, “Dios es amor”, sino ante un abismo de luz que no deslumbra, sino que conforta. El amor, que tiene su fuente y su fin en Dios, revela lo que es la vida Trinitaria, una pura donación de sí. Dios manifiesta el motivo de la existencia, que no es otro que el amor primero. Nos amó cuando aún éramos pecadores, más aún, nos amó antes de que pudiéramos corresponderle. Amándonos nos creó, por amor nos hizo.
Por tanto, nada hay auténticamente humano que sea distinto al amor. Y según estamos viendo, el amor es justo lo que nos une a Dios y a los hombres, ya que “El cristiano descubre, al escuchar a Jesús y cumplir sus mandamientos, que amando es como conoce a Dios” Jn 15, 9-17 el amor humano es también el divino. Solo así podría pedirnos Jesús que nos amáramos como él nos ha amado. Porque él nos ha amado, y lo ha hecho hasta el extremo. El que nos ha dado amor, nos lo puede pedir. Lo que pudiera ser una sorpresa, que un judío y un pagano reciban el mismo Espíritu, primera lectura, queda explicado en que el amor de Dios es único y perfecto, y se da a todos los que estén dispuestos a recibirlo, sin acepción de personas. Por ello todo ser humano puede experimentarse como amado, es decir, como pecador perdonado.
¿No es esto lo más grande y necesario para todos? ¿No es este un punto fundamental de la Buena Noticia? “Hermano, eres amado y puedes amar. Eres perdonado y puedes perdonar. Para eso Cristo ha resucitado, para que conozcas el amor de Dios”. Resumiendo, el tema de las lecturas de hoy es el de todos los días: el amor de Dios. Tal vez hoy se nos hace más explícito, para que aprendamos que en todo lo que Dios hace se revela su amor. El cristiano descubre, al escuchar a Jesús y cumplir sus mandamientos, que amando es como conoce a Dios. El amor es lo que Dios nos ha revelado de sí, su realidad más íntima. Y volvemos otra vez al carácter dinámico del amor: al amor “se le mata” no amando, y se le da vida, amando. Conclusión: “Atrévete a amar, porque quién no ama, no vive”. El testimonio de Jesús nos enseña que: amando se da vida, porque la vida es amor.