Homilía del Señor Arzobispo para el II Domingo de Cuaresma

“Este es mi Hijo amado, escúchenlo”

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Estas palabras nos tocan hoy de manera especial al contemplar el misterio de la Transfiguración del Señor. En esta experiencia lo que resplandece es el amor y el gozo del Padre, en un momento de crisis de Jesús y de sus discípulos… Ciertamente, los discípulos vivían momentos difíciles. Jesús les había advertido que les esperaba la experiencia humillante de la cruz. Comienza diciendo: “que Jesús se llevó a Pedro a Santiago y a Juan a un monte alto”. Es decir, Jesús elige a los tres discípulos más representativos y que mayor resistencia oponen a su mensaje para mostrarles el estado final del ser humano.

El “monte alto” significa el lugar del encuentro con Dios, el lugar de la transformación humana. Todo acontece en “un monte alto”, espacio simbólico de la experiencia de la Trascendencia. La montaña no está fuera sino dentro de nosotros. Es un lugar interior donde necesitamos encontrarnos vitalmente con Dios. Dice el texto que, “se transfiguró delante de ellos”, sería mejor traducir “fue transformado”.

Por un instante, los discípulos contemplan la maravilla del rostro de Jesús que transparenta el resplandor de la Vida. La Transfiguración es el momento intenso en que Jesús aparece envuelto en el amor del Padre. Todos estamos llamados a participar en el misterio de la Transfiguración, a ser transfigurados, a llegar a una plenitud de vida… El estadio último de la vida humana no es la nada, sino la Transfiguración, la vida plena…Necesitamos subir al monte y orar como Jesús y percibir ahí, la luz pascual.

“Y, sus vestidos se volvieron de un blanco deslumbrador” El color blanco deslumbrador”. ¿Qué significa ese color blanco deslumbrador? Es el color de la gloria y de la vida, es decir, Jesús se manifiesta en su condición de Hombre en plenitud… Es el rayo de luz en la oscuridad; es la certeza de que, por muy intensa que sea las tiniebla de la vida y la oscuridad de la noche, el corazón de la vida está lleno de luz.

Toda la humanidad está llamada a esa transfiguración. Jesús quiere dejar claro que el final de todo es el triunfo de la vida, eso significa la Transfiguración de Jesús ¡Como necesitamos también nosotros esta experiencia de luz y de gozo! Tal vez, nos podríamos preguntar: ¿Qué transfiguración estamos aportando en nuestro entorno? ¿Qué luz irradiamos con nuestra vida con nuestra manera de vivir? ¿Creo que Él puede transfigurar todo en mí, incluso mis propias sombras y las sombras del sufrimiento y de la muerte? La reacción de Pedro es decirle a Jesús:” Maestro, qué bueno es que estemos aquí”.

Esta reacción de Pedro demuestra que no se ha enterado de nada, Pedro continúa encerrado en sus antiguas creencias, por eso propone hacer tres tiendas; Pedro se encuentra bien lejos de las penurias de la vida. A nosotros nos pasa también como a Pedro, queremos instalarnos en el bienestar. Hace falta bajar del “monte” pero transfigurados. Sí, bajar del monte a la vida ordinaria y seguir a Jesús en su camino de fidelidad hasta el final. El riesgo de Pedro y el nuestro es quedarnos en la gloria del Tabor sin bajar al valle de los que sufren en nuestro mundo. Necesitamos bajar al valle de este mundo donde tantos seres humanos sufren el dolor en sus carnes, la desesperanza, la pobreza, el hambre y tanta violencia; que alentemos la esperanza superando el virus de la indiferencia ante el dolor humano. Después dice que: “Se formó una nube que los cubrió y salió una voz desde la nube: Este es mi Hijo amado, escúchenlo”. La voz revela quién es Jesús: “Este es mi Hijo amado, escúchenle”.

Como si le dijera: Tú eres mi Hijo amado; aunque tengas que sufrir, yo te amo, aunque tengas que morir, yo estoy contigo. Por un momento se descorre el velo y puede verse a Jesús aparecer como el Hijo querido (único) de Dios. Este mensaje es también para todo ser humano. Todos somos seres amados. Sí, en esta experiencia, el Padre confirma a Jesús. ¡Lo que ha realizado es lo que el Padre quiere! El Padre lo reconoce como el Hijo amado y avala el camino que sigue y enseña. Lo pone como referencia de vida: “Escúchenlo”.

Solo a Él tenemos que escuchar. Hace falta hacer la experiencia de escuchar a Jesús. Él es la verdad que libera. En esa escucha profunda nuestra vida comienza a iluminarse con una luz nueva. Una relación viva con Él transforma nuestra vida. Escuchándole a Él, encontramos sentido a nuestra vida y a nuestra muerte.

También, las palabras dichas desde la nube, manifiestan la identidad de Jesús: Jesús es el Hijo amado, pero todo ser humano es también hijo amado ¿Soy consciente de que la verdad última de mi vida es que soy hijo amado? Mientras que no escuchemos dentro esta voz interior que nos asegura que somos, como Jesús, el hijo amado, no podemos vivir con sentido.

Dios nos ofrece a todos, en algunas situaciones, momentos de plenitud en que nos sentimos en un mar de dicha y con tanta claridad que nuestros problemas y angustias parecen desaparecer del horizonte de nuestra vida. Dios nos ofrece la experiencia del “monte alto” para avivar nuestra esperanza, para encendernos en el amor y para que podamos confortar a otros. Necesitamos, en estos días de Cuaresma, subir al “monte alto”, permanecer allí y bajar con un nuevo impulso a la tarea de nuestra vida diaria. Hoy podemos decirle: Tú, Cristo, has mostrado tu rostro radiante, lleno de luz a tus discípulos, abre para nosotros el camino de la vida, queremos confiar en ti… Nuestro camino es, a veces, demasiado oscuro… No podemos recorrerlo solos, pero contigo desaparece el miedo y brilla la esperanza.

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