Estas son las palabras con que Juan el Bautista nos hace una llamada urgente a la conversión: “Conviértanse, porque está cerca el Reino de los Cielos”, son las mismas palabras que utiliza Jesús al comienzo de su ministerio en Galilea. Juan es un profeta original que rompe con su familia y la tradición sacerdotal y se sitúa en el desierto de Judea, un lugar de silencio y de soledad, allí invita al pueblo a una conversión radical.
Sus palabras son también para nosotros hoy. La predicación del Bautista produce una cierta conmoción popular: Hay una afluencia masiva que manifiesta el descontento del pueblo con la institución religiosa y sus dirigentes. ¿Qué predicaba Juan?: “Conviértanse porque está cerca el Reino de los Cielos”. Primero, “Conviértanse”, que en griego significa un cambio de mentalidad, es decir, necesitamos otra manera de ver las cosas, un cambio de chip, y en hebreo significa un cambio de orientación, es decir, vamos en una dirección y tenemos que tomar otro rumbo. La conversión es una llamada a una renovación profunda de nuestra vida.
Necesitamos una profunda transformación de nuestra propia vida, de nuestras actitudes, de nuestros comportamientos, de la manera de vivir nuestras relaciones, de nuestras actividades… ¿Haré un cambio profundo en mi vida en este Adviento? Segundo, “Porque está cerca el Reino de los Cielos”. Sí, está cerca, está cerca de nosotros y de todo ser humano. Pero, ¿Qué es el Reino? El reino es Jesús personalmente…
La nueva vida que en Él ha comenzado como semilla de la nueva humanidad. El reino es alguien que camina a nuestro lado, que conoce en su propia carne nuestras alegrías, nuestras frustraciones, nuestros sufrimientos. Ciertamente el reino ha llegado de manera plena en la vida y en la resurrección del Señor. En Jesus ha aparecido el reino, el mundo nuevo. Pero nuestro mundo sigue aún sumergido en sus contradicciones y violaciones, liquidando la justicia, la paz y la fraternidad entre los seres humanos. Nuestro mundo continúa asistiendo impasible a la crueldad de las guerras, violencia y la injusticia. Juan añade, además: “Preparen el camino del Señor, allanen sus senderos”. Juan nos invita también a “preparar un camino al Señor”.
Y para ello, cita el texto de Isaías… Es como si dijera: es el Señor que viene de nuevo y hay que prepararle un camino: necesitamos abandonar los caminos ambiguos de nuestro corazón y preparar el camino de nuestra liberación. El camino del Señor pasa a través del desierto, eso indica que es el camino de la liberación. Es decir, quiten los obstáculos que impiden la llegada de Dios a su vida, que no bloqueen las puertas del corazón a su presencia. Podríamos preguntarnos hoy, ¿cómo puedo preparar el camino al Señor en mi vida? Se trata de no cerrar las puertas a Dios o de abrirlas y acoger al Señor que viene a nosotros lleno de misericordia y de paz, que viene a liberar nuestra vida y a llenarla de un sentido pleno.
Cuando vivimos buscando siempre la satisfacción inmediata y el placer a cualquier precio, el afán del dinero, el prestigio social, el poder, es decir, los llamados “los ídolos de paisano”, entonces no hay sitio para Dios y tampoco para los otros. ¿Podré abrirme al Misterio último de la vida que es Dios? Si vivo privado de interioridad, ¿no estaré privándome de una transformación personal y de encontrar un sentido a mi vida humana? El texto del Evangelio termina diciendo. “Juan iba vestido de piel de camello, con una correa de cuero a la cintura y se alimentaba de saltamontes y miel silvestre”.
Juan aparece como un hombre no integrado en la sociedad y distante de los convencionalismos sociales. Así lo demuestra el lugar donde aparece, “el desierto”, y su manera de vestir y alimentarse. ¿Por qué nos recuerda el Evangelio la vestimenta y la dieta de Juan el Bautista? Nos lo recuerda para que nosotros eliminemos de nuestra vida todo lo superfluo. Después Juan, se dirige a los fariseos y saduceos son las clases dominantes de terratenientes y de la aristocracia sacerdotal. y les llama “camada de víboras”, es decir, agentes de muerte…
Pero después Juan, refiriéndose a Jesús toma tono mucho más dulce y poético, y dice unas palabras preciosas: “Yo los bautizo en agua (como si dijera eso es poca cosa)… pero el que viene detrás de mí puede más que yo, a quien yo no soy digno de desatar la correa de sus sandalias… Él los bautizará con Espíritu Santo y fuego”, es decir, Él, Jesús, viene con la fuerza de la vida y del amor de Dios. Dios llega a nosotros en el Hombre-Jesús.
Nadie podrá acallar la fuerza del Espíritu o apagar la llama de su fuego. Este es Jesús, el Mesías de Dios, viene a ofrecer vida a todos los pueblos. Dichosos los que se abren a su presencia en este tiempo de Adviento. Que podamos hoy acercarnos a ese fuego y a esa vida y decirle: “‘Señor, transforma nuestra vida y condúcenos por el camino del amor y de la paz’”.