Crucifícale” gritaba la masa azuzada por los jefes de los sacerdotes. Un grito de acusación que manifiesta la propia culpa y un silencio -del inocente por respuesta que asume el pecado de los demás. Mientras los de la masa actúan manipulados, sin reflexión ni coherencia, Jesús, plenamente consciente y libre, soporta las calumnias en silencio. Jesús solamente responde a dos preguntas que hacen referencia a su identidad, porque llegada la hora, el que era verdadero hombre iba a manifestarse también como verdadero Dios. Las preguntas fueron: ¿Eres el Mesías? Sí, Jesús es el hijo del hombre, que está a la derecha del Padre. Hermoso anuncio. ¿Eres el rey de los judíos? “Tú lo dices”.
Potente respuesta que desenmascara a los acusadores y los pone ante la cuestión más decisiva de toda persona: ¿Creo en Jesús como mi Señor, o lo rechazo y con Él a Dios Mc 14,1-15.47 Mons. José Vicente Nácher Tatay C.M. Arzobispo de Tegucigalpa mismo? El Evangelio de Marcos es una progresiva presentación de Jesús, que busca evitar tanto los vanos triunfalismos como los tristes pesimismos. También hoy el mundo necesita conocer o reconocer a Jesús, al verdadero Mesías y Señor de la historia. Reto social y reto personal. Conocer a Jesús es la mejor manera de conocernos a nosotros mismos, más aún, no nos conocemos a nosotros sin reconocer a Jesús. Las palmas que hemos llevado en nuestras manos sean para glorificar a Dios, no a nosotros mismos, ni a ningún príncipe de este mundo.
Las vamos a llevar a la casa, donde serán un recuerdo patente de la fe que profesamos. Tras el camino cuaresmal, que hemos recorrido en comunidad, estamos ya en Domingo de Ramos e iniciamos la Semana Santa, las preguntas ahora quedan para nosotros. Aprovechemos esta oportunidad anual de conmemorar los días santos celebrando con fervor los actos litúrgicos. Vivimos en un mundo de gritos y ofensas. Creemos que hablamos nosotros y no somos más que voceros de otros. Frente a la manipulación y la violencia que atenta contra los inocentes, la fidelidad, la verdad y el perdón que nos enseña Jesús. Contra los gritos de quienes acusan falsamente, la verdad eterna de quién guarda silencio. Jesús, el maestro, nos da la última y gran lección: ha orado y acepta la voluntad del Padre. Viendo cómo muere Jesús, entendemos cómo debemos vivir nosotros, porque “realmente este hombre, era hijo de Dios”.