Son las primeras palabras de Jesús en las que se nos revelan su vinculación con el Padre. El Evangelio de hoy nos presenta a los padres de Jesús cumpliendo las tradiciones religiosas de Israel y peregrinando al Templo de Jerusalén. Cuando Jesús cumple los 12 años sube con ellos a Jerusalén, según la costumbre, para celebrar la Pascua, y cuando los días terminaron, mientras ellos regresaban, el joven Jesús se queda en Jerusalén sin que se enterasen sus padres… Para comprender bien este episodio necesitamos saber que en tiempos de Jesús no existía la familia nuclear, formada por el padre, la madre y los hijos.
En su lugar existía el clan o familia patriarcal. Todos los miembros: hijos, hermanos, tíos, primos formaban una unidad sociológica. Y de repente, se dan cuenta de que Jesús no está con el grupo de la peregrinación. Es comprensible que se volvieran de Jerusalén sin darse cuenta de que faltaba Jesús teniendo en cuenta que todo el clan (unas cincuenta personas) subía a Jerusalén (como familia, los varones estarían juntos, las mujeres también y los jóvenes andarían por su lado, sin preocuparse demasiado los unos de los otros, porque la seguridad la daba el grupo). “Hijo, ¿Por qué nos has tratado así? Mira que tu padre y yo te buscábamos angustiados” y la respuesta de Jesús fue la siguiente: “¿Por qué me buscaban? ¿No sabían que debía estar en las cosas de mi Padre?”.
Jesús, sin comentar nada, ni a José ni a María, ha tomado la decisión de quedarse en el Templo de Jerusalén. No se ha perdido, se ha quedado. María al decir “tu padre” se refería a José, pero cuando Jesús dice “mi Padre” está refiriéndose a Dios. María ha dicho: “Tu padre y yo te buscábamos angustiados” y Jesús la corrige: “Yo debía de estar en la casa de mi Padre”. Es como si Jesús dijera: Mi Padre no es José sino otro, es Dios mismo. A Él le pertenezco, con Él estoy. Sí, yo estoy en mi Padre. Esta es la palabra clave: el Padre, mi Padre. El adolescente Jesús sorprendió a sus padres con una respuesta que suponía una toma de distancia y que su familia era toda la familia humana: Una sociedad fraterna fundada en el amor.
El Evangelio dice que ni María ni José comprendían: “Pero ellos no comprendieron lo que quería decir”… Jesús no es comprendido. Es llamativa la incomprensión de María y José después de los anuncios del ángel y demás palabras sobre el niño. ¿Qué significa todo esto? Significa que para ellos comienza un fatigoso camino de una fe que les irá haciendo descubrir, progresivamente, el Misterio de Jesús. Ni siquiera María comprende las palabras de Jesús. Ella tiene que hacerse también discípula de Jesús. “María conservaba todas estas cosas en su corazón”. Es decir, María es modelo de creyente, la que recibe la palabra en su corazón. María representa a la Iglesia, que recibe la Palabra en su interior. Y termina el texto del Evangelio diciendo que “Jesús iba creciendo en sabiduría, en estatura, y en gracia ante Dios y ante los hombres”.
Jesús camina hacia su madurez personal. Crece en sabiduría y en gracia, es decir, en la relación con Dios… Es nuestra tarea, ir creciendo cada día, liberando nuestras riquezas interiores, lo que cada uno somos de fondo y avanzando hacia una plenitud de vida y de sentido. Hoy, celebramos la Fiesta de la Sagrada Familia, y recordamos que Jesús, el Hijo de Dios, creció y aprendió a caminar por la vida en el seno de una familia, con el amor de sus padres, María y José. Hoy, la familia de Nazaret es para todos nosotros un modelo de amor y de comunión. La familia de Nazaret puede ser un ejemplo para nuestras familias cristianas solo si la miramos desde la perspectiva de Jesús. Por eso, tenemos que preguntarnos: ¿Vivimos en nuestras familias comprometidos con los valores del Evangelio, o centrados en nuestros propios intereses? Hoy tendríamos también que cuestionarnos: ¿No estaremos educando en una vida superficial, sin valores, sin referencia sólida y en el sin sentido? A pesar de la situación de crisis que atraviesa la familia, todavía continúa siendo un ámbito privilegiado para las relaciones humanas desde la libertad, la gratuidad y favorecedora del crecimiento personal, social y religioso. La familia es escuela de amistad, de amor y de gratuidad. Nos volvemos a Jesús para decirle: Señor, Jesús, que has vivido en la familia de Nazaret, concédenos una familia a tu estilo donde sea posible escucharte y bendecir tu Nombre.