Homilía del Señor Arzobispo para el día de la Epifanía del Señor

“¿Dónde está el Rey de los judíos que ha nacido? Hemos visto salir su estrella y venimos a adorarlo” (Mt 2, 1-12)

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Esta pregunta de los magos de oriente al llegar a Jerusalén, es también nuestra pregunta en esta fiesta en que celebramos a Jesús como luz del mundo: ¿Dónde está aquel que puede llenar el anhelo más profundo de nuestro corazón? Los “magos” representan a todos los pueblos de la tierra, a todas las culturas, a todas las razas y a todas las religiones del mundo, en definitiva, a todos los seres humanos sedientos de luz y de un sentido de la vida. Los “magos” son nuestros modelos en la aventura de la vida: buscan, esperan y levantan su mirada al cielo. Ven las “estrellas” en medio de la oscuridad del mundo y de su corazón. Los magos representan la búsqueda interior del ser humano que va más allá de sí mismo.

Representan las religiones y las culturas que se encaminan hacia Cristo. Todos somos como los magos que buscamos sentido a nuestra vida. Ellos, como nosotros, se preguntan: “¿Dónde está el Rey de los judíos que ha nacido? Hemos visto salir su estrella y venimos a adorarlo”. Su búsqueda era el motivo por el cual emprendieron el largo viaje hasta Jerusalén. Ciertamente, hoy ya no buscamos a un rey; pero como ellos nos preguntamos: ¿Dónde encontrar referencias sólidas para nuestra vida? ¿A Quién podemos confiarnos totalmente? ¿Dónde está aquél que puede darnos respuestas satisfactorias a los anhelos más profundos de nuestro corazón? Los magos buscan la luz, ya que la luz de este mundo no les llena suficientemente. Y en plena noche, ven una estrella que les señala el camino. Ven la estrella en el cielo de su corazón y la siguen hasta el final. Nosotros, ¿Vemos la luz en plena noche? ¿Nos dejamos guiar por esta luz? “Hemos visto salir su estrella y venimos a adorarlo”.

A veces, la estrella que los guía desaparece dejándolos en la incertidumbre. Otras veces, brilla de nuevo llenándolos de inmensa alegría. En cada ser humano, en lo más profundo de sí mismo brilla también una estrella, una luz que nos guía y que nos invita a avanzar. La estrella es esa luz interior, que nos impulsa siempre a encontrarnos con una misteriosa presencia. No siempre resulta fácil percibir esa estrella y seguirla. Esa luz suscita en nuestro corazón el anhelo de un Infinito y la búsqueda de una vida plena. ¿Quién no siente la necesidad de una estrella que lo guíe a lo largo de su camino en esta tierra? Todos necesitamos de una estrella que nos guíe. No podemos vivir instalados en la cultura de la superficialidad, en la oscuridad y en el sin sentido de la vida, en una huida permanente. A la larga nos encontraremos que nuestras vidas están terriblemente vacías. Hoy, estamos invitados a seguir la estrella que brilla en nuestro corazón, en medio de la noche. Esa estrella nos conduce siempre a Jesús, luz del mundo.

Toda la luz de Dios se ha concentrado en Él y en su vida luminosa, que alumbra nuestra experiencia humana. Que le busquemos a pesar de la noche. Hay una luz capaz de orientar nuestra existencia. Existe una respuesta a nuestros anhelos y aspiraciones más íntimas y profundas. Esa respuesta, esa luz brilla ya en ese Niño nacido en Belén. “Al enterarse el Rey Herodes, se sobresaltó y toda Jerusalén con él”. ¿Por qué se sobresalta Herodes? Herodes es un hombre de poder que ve en Jesús un rival y se siente amenazado. Y nosotros ¿Percibimos también a Dios como rival que no nos permite disponer de nuestra vida como nos gusta sensiblemente? Necesitamos abrirnos a la certeza de un Dios que es solo amor; más aún, de que es Él, el único que nos permite experimentar la verdadera libertad y una alegría profunda.

“Entraron en la casa vieron al niño con María, su madre y cayendo de rodillas, lo adoraron”. Este es el centro de este bello relato. Este es el momento más importante de sus vidas. El encuentro con Jesús llena de gozo nuestra vida. No hay nada más bello que encontrarse con Él. “Lo adoraron”…Esta actitud de los magos nos cuestiona también a nosotros en esta fiesta y nos plantea preguntas decisivas: ¿A quién adoramos? ¿Ante quién o ante qué nos arrodillamos? ¿Cómo se llama el “dios” que ocupa nuestro corazón? “Después, abriendo sus cofres, le ofrecieron regalos: oro, incienso y mirra”.

Los magos, más que oro, incienso y mirra, ofrecen su corazón… Esto es llegar a ser creyentes: entregarnos a Cristo y darle toda nuestra confianza, porque solo en Él encontramos el secreto de una vida plena de sentido: solo en Él encontramos la verdadera alegría. En la primera lectura, Isaías escribe: “Mira: las tinieblas cubren la tierra y la oscuridad los pueblos, pero sobre ti amanecerá el Señor, su gloria aparecerá sobre ti”. Ciertamente que vivimos en un mundo de tinieblas, marcado por la pobreza, las guerras, la violencia que ensangrientan la tierra. Pero la Luz de Cristo viene a iluminar nuestra noche, la noche de nuestro propio corazón. Hoy, en esta fiesta de la Epifanía que significa “manifestación de la luz”, quisiéramos optar por la luz y abrir caminos de paz y de esperanza. Nos volvemos a ti, Señor, para decirte: tú, Jesús, eres nuestra luz. Alumbra la noche de nuestro mundo y disipa las tinieblas de nuestro corazón. Que tu estrella brille en nuestra oscuridad y nos guíe.

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