Homilía del Señor Arzobispo de Tegucigalpa en la Solemnidad del Bautismo del Señor

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“Tú eres mi Hijo amado, mi preferido” Mc 1,6-11

Hoy contemplamos a Jesús en el río Jordán en medio de una multitud de pecadores. El bautismo de Jesús es un dato histórico y un momento clave en su vida. Jesús viene de Nazaret de Galilea, para ser bautizado por Juan en el Jordán. Jesús comienza por hacerse discípulo de Juan Bautista recibiendo su bautismo y se coloca en la fila de los pecadores y guarda cola como un “hombre cualquiera”.

Allí, en el agua del río Jordán, Jesús hace la experiencia más profunda de su vida y escucha la voz en su interior: “Tú eres mi Hijo amado, mi preferido”. ¿Qué habrá sentido Jesús al escuchar del Padre estas hermosas palabras, llenas de amor? ¡Qué ánimo, fuerza y aliento no habrá sentido Jesús al escucharlas! Dice el texto del Evangelio de San Marcos que: “apenas salió del agua vio rasgarse el cielo y al Espíritu bajar hasta él como una paloma”.

Al subir Jesús desde el río, el cielo queda abierto, mejor, “el cielo queda rasgado”, el cielo, que significa el lugar de la morada de Dios, irrumpe en el Hombre Jesús y el Espíritu baja hasta él como una paloma busca velozmente su nido, el Espíritu desciende sobre el corazón de Cristo. Jesús es transformado por el Espíritu. Es el Espíritu el que le capacita para vivir su misión liberadora. Jesús vivirá siempre impulsado por el Espíritu a lo largo de su vida. Después, añade que: “Se oyó una voz del cielo: tu eres mi Hijo amado, mi preferido”.

Sí, en esos momentos resonaron estas palabras: “Tú eres mi Hijo amado, mi preferido”. Esa experiencia, ¿Quién la puede explicar? Jesús sentiría el cielo dentro de su alma y toda la presencia del Padre envolviéndole… Oía perfectamente la palabra que el Padre le repetía
desde siempre en su interior: “Tú eres mi Hijo amado”. Tú eres todo mi amor. Tú eres toda mi alegría. Jesús hace la experiencia de que Dios es amor, puro amor…

El pronombre “tú” domina toda la frase. El Padre declara su amor sin límites por Jesús, acumulando los tres términos, (hijo, amado, preferido). Aquí Jesús vive la gran experiencia mística que cambiará su vida.

¿Quién podrá medir la ternura que embriagaba a Jesús en esta experiencia fundamental de
su vida? “Tú eres mi Hijo amado”. Estas palabras no son solo dirigidas a Jesús sino, a todo ser humano y a cada uno de nosotros, porque Jesús estaba en presencia de Dios junto con toda la creación… Esta es la Buena Noticia que Jesús experimentó en lo más profundo de sí, es la Buena Noticia que Él nos dirige a todos: Somos amados. Jesús es amado
de modo desbordante, sin límites, pero nosotros somos amados con nuestras fragilidades y
nuestros límites.

Jesús es el Hijo amado del Padre y Jesús se siente amado, envuelto en una atmósfera de amor permanente. Es la atmósfera más pura que se puede respirar. Jesús siente que puede confiar plenamente en el Padre, que su Padre no le fallará nunca y que, por eso, no hay nada que temer, incluso en los momentos más difíciles de su vida puede vivir en la confianza.

Estas palabras dichas desde la “nube”, manifiestan la identidad de Jesús pero también de todo ser humano: Jesús es el Hijo amado, pero todo ser humano es también hijo/a amado/a y esto despierta lo mejor de nosotros mismos; ser cristiano no es creer que Dios existe sino hacer la experiencia que Dios nos ama.

¿Soy consciente de que la verdad última de mi vida se me revela en Jesús y consiste en que soy hijo/a amado? ¿Me siento amado de Dios? ¿Podría abrirme a esta experiencia de sentirme amado? Mientras no hagamos la experiencia de Jesús en el Jordán de sentirnos verdaderamente amados viviremos en una inseguridad permanente. Porque, ¿Qué pasa si no importo a nadie? ¿No está ahí la raíz de la mayoría de mis problemas personales? ¿No está ahí el origen de todos mis miedos? ¿No es éste el mayor obstáculo que me impide vivir una verdadera solidez personal? Nadie puede vivir de verdad sin la experiencia básica de este amor. Y esta es la fuente de toda relación profundamente humana y la que nos posibilita salir al encuentro de nosotros.

Hoy se trata de abrirnos a escuchar en nuestro interior solo esta voz: “Tú eres mi hijo amado”. No es fácil escuchar esta voz interior, porque hay muchas “otras voces” (interiores y exteriores) que gritan más fuerte en nosotros: “no vales, no mereces, no eres atractivo/a, a nadie le importas.” Sí, necesitamos escuchar la única voz que nos libera de verdad: tú eres mi amado, tú eres todo mi amor… Si pudiéramos escuchar como Jesús: Tú eres mi hijo amado, eso nos bastaría para vivir una vida plena de sentido y llena de alegría. Nuestros ojos se vuelven hoy a Ti, Jesús, Hijo amado del Padre, concédenos abrirnos a la experiencia de sentirnos amados. Haz que recuperemos la comunión contigo, fuente de todo amor, de toda confianza y de toda alegría.

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