El ayuno es una disciplina que, según san Juan Pablo II, ayuda a “dominar y corregir las tendencias de la naturaleza humana herida por el pecado”. Esta expresión interpela mucho, porque, Honduras, vive inmersa en la pobreza y la pobreza extrema y muchos compatriotas, viven un “ayuno permanente”. Es por eso que Jesús nos recuerda en el Evangelio que, hay demonios que solamente con ayuno y oración se pueden vencer.
Causas
Ante esto, surge la pregunta: ¿Es posible hacer un ayuno verdadero en una nación donde la pobreza mantiene al pueblo sin comer a diario? Para responder a esto, es necesario hablar de las causas, entre ellas, el pecado social. David Rodríguez, integrante de la Renovación Carismática Católica indica que, el pecado social es una agresión directa al prójimo. “Debemos ayunar practicando en la sociedad, la solidaridad, aplicando las leyes con justicia. Como católicos estamos llamados a contribuir al bien común, donde las oportunidades sean necesarias para construir una sociedad más justa y humana”, dijo.
Es importante reconocer que, en la actualidad, muchos practican el ayuno por diferentes causas. Algunos lo asumen como signo de protesta al realizar “Huelgas de hambre”. Otros, por razones de salud y algunos por una acción as- cética, pero muy diferente a la ascética cristiana. Lo que realmente nos ayudará a dar- le sentido a esta práctica es buscar siempre la conversión del corazón y el deseo firme de tener una renovación espiritual.
Empatía
Algunos Padres de la Iglesia, han enseñado res- pecto a esto que, “El ayuno que yo quiero es éste: partir tu pan con el hambriento” (Mc 9, 29). El Presbítero Ramón Maradiaga, de la Parroquia Santa María de la Esperanza, nos ilumina al explicar que, cuando sentimos la necesidad, el dolor del otro, “Si lo hago mío, hemos comenzado a vivir el Evangelio. Cuando vivi- mos en este mundo en donde predomina la indiferencia, el Evangelio nos invita a reconocer al prójimo como hermano nuestro. Tanto conflicto, tanta división, solamente la podemos erradicar, cuando verdaderamente nos sintamos que somos hermanos, que somos pueblo de Dios”.
Eduardo Ramos, integrante del Instituto Hondureño de Doctrina Social de la Iglesia, reconoce que un punto central en la Cuaresma es hablar de la conversión, para ello, el ayuno es una práctica esencial, que nos invita a vaciarnos de nosotros mismos para llenarnos del Señor. El gran obstáculo para esto es el pecado, el cual también se convierte en un pecado social, comunitario. Por lo que, “Tenemos que combatirlo, porque esto nos aleja del Señor. Hoy el Señor nos anuncia que debemos vivir en una sociedad de paz, de amor, de justicia y para ello, tenemos que pedir que la corrupción cese, en todos sus ámbitos, no solo en lo político, sino en todo”, dijo.
Sentido
En el Evangelio de Juan, en el capítulo cuatro, versículo 34, Jesús indica la razón profunda del verdadero ayuno que tiene como finalidad comer el “Alimento verdadero”, que es hacer la voluntad del Padre. Los Obispos de Estados Unidos, al reflexionar sobre el sentido del ayuno, iluminan al pueblo de Dios explicando que, el sentido cristiano de esta práctica no está preocupado con perder peso “Es un asunto de oración y del espíritu. Y por eso, porque es verdaderamente un lugar del espíritu, el verdadero ayuno podría llevar a la tentación, y a la debilidad, y a la duda y a la irritación. Es decir, será una verdadera lucha entre el bien y el mal, y es muy posible que fallemos muchas veces en estas batallas. Pero el mismo descubrimiento de la vida cristiana como ‘lucha’ y esfuerzo es un aspecto esencial del ayuno”.
Esta renuncia tiene un sentido y hay que entenderlo para vivirlo correctamente. Lo im- portante no es el hecho de no comer o no comer carne -aun- que también es importante-, sino entender que este acto se realiza como penitencia, y para acercarse a Dios y a los hermanos, es un camino hacia la Pascua. Es la preparación para vivir la pasión, muerte y resurrección de Jesús. La encíclica Fratelli Tutti, del Papa Francisco, nos enseña que, “el ayuno contribuye a amar a Dios y al prójimo en cuanto, como nos enseña santo Tomás de Aquino, el amor es un movimiento que centra la atención en el otro considerándolo como uno consigo mismo”.
Una sinodalidad cuaresmal
Es tiempo de una sinodalidad cuaresmal, es una gran oportunidad para volver a Dios como el Hijo Pródigo, volver a experimentar la comunión como la vivieron los primeros cristianos y la narran los Hechos de los Apóstoles, crear nuevas y sanas relaciones, escuchar como pueblo de Dios, un impulso a vivir la experiencia de ser Iglesia, ser responsable y protagonista de la vida, estar reunidos por el amor cristiano y poder así mostrar al mundo la naturaleza de la Iglesia llamada a la unidad, la comunión y la fraternidad en el caminar juntos.