“Hace falta una revolución de la ternura” según Francisco

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El Papa Francisco dedicó su tradicional Audiencia General de cada miércoles a meditar sobre la figura de San José, como padre en la ternura, un tema que ya había tratado en la Carta Apostólica Patris Corde. En la meditación de este día, el Papa señala que “La ternura es algo más grande que la lógica del mundo. Es una forma inesperada de hacer justicia. Por eso no debemos olvidar nunca que Dios no se asusta de nuestros pecados: metámonos bien esto en la cabeza. Dios no se asusta de nuestros pecados, es más grande que nuestros pecados: es padre, es amor, es tierno”.

Francisco en su reflexión indicó que Dios no se asusta de nuestros pecados, de nuestros errores, de nuestras caídas, sino que se asusta por el cierre de nuestro corazón, esto sí, le hace sufrir, se asusta de nuestra falta de fe en su amor. “Hay una gran ternura en la experiencia del amor de Dios. Y es bonito pensar que el primero que transmite a Jesús esta realidad haya sido precisamente José” dijo el Papa. Sobre esto profundizó y agregó que “la ternura no es en primer lugar una cuestión emotiva o sentimental: es la experiencia de sentirse amados y acogidos precisamente en nuestra pobreza y en nuestra miseria, y por tanto transformados por el amor de Dios”.

Dios no confía solo en nuestros talentos, sino también en nuestra debilidad redimida explicó Francisco. “La ternura es el mejor modo para tocar lo que es frágil en nosotros. […] Mirad cómo las enfermeras, los enfermeros tocan las heridas de los enfermos: con ternura, para no herirles más. Y así el Señor toca nuestras heridas, con la misma ternura. Por esta razón es importante encontrarnos con la Misericordia de Dios, especialmente en el sacramento de la Reconciliación, en la oración personal con Dios, teniendo una experiencia de verdad y ternura. Dios perdona siempre: metéoslo, esto, en la cabeza y en el corazón. Dios perdona siempre. Somos nosotros que nos cansamos de pedir perdón. Pero Él perdona siempre, también las cosas más malas” dijo el Vicario de Cristo.

El Papa concluyó diciendo que nos hace bien entonces mirarnos en la paternidad de José que es un espejo de la paternidad de Dios, y preguntarnos si permitimos al Señor que nos ame con su ternura, transformando a cada uno de nosotros en hombres y mujeres capaces de amar así. Sin esta “revolución de la ternura” —hace falta, ¡una revolución de la ternura!— corremos el riesgo de permanecer presos en una justicia que no permite levantarnos fácilmente y que confunde la redención con el castigo. Por esto, hoy quiero recordar de forma particular a nuestros hermanos y a nuestras hermanas que están en la cárcel. Es justo que quien se ha equivocado pague por su error, pero es igualmente justo que quien se ha equivocado pueda redimirse del propio error. No puede haber condenas sin ventanas de esperanza. “Cualquier condena siempre tiene una ventana de esperanza. Pensemos en nuestros hermanos y nuestras hermanas encarcelados, y pensemos en la ternura de Dios por ellos y recemos por ellos, para que encuentren en esa ventana de esperanza una salida hacia una vida mejor”.

San José, padre en la ternura,
enséñanos a aceptar ser amados precisamente en lo que en nosotros es más débil.
Haz que no pongamos ningún impedimento
entre nuestra pobreza y la grandeza del amor de Dios.
Suscita en nosotros el deseo de acercarnos al Sacramento de la Reconciliación,
para ser perdonados y también capaces de amar con ternura
a nuestros hermanos y a nuestras hermanas en su pobreza.
Sé cercano a aquellos que se han equivocado y por esto pagan un precio;
ayúdales a encontrar, junto a la justicia, también la ternura para poder volver a empezar.
Y enséñales que la primera forma de volver a empezar
es pedir perdón sinceramente, para sentir la caricia del Padre.

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