Bien decía mi abuela que “Por la víspera se conoce la fiesta”. La Conferencia Episcopal hace ya casi dos años atrás tuvo el valor de llamar por su nombre a las cosas que ocurrían en el Congreso Nacional al llamarlo un “circo de pésimos actores.” Si analizamos bien las cosas nos daremos cuenta que efectivamente el mayor de los males ha estado en el nefasto manejo del Poder Legislativo en las últimas décadas. Sí, ya sé que me van a decir que desde siempre… y es muy cierto.
Pero, todos tenemos que admitir que estos últimos y este último se vuela por completo el concepto de corrupción e impunidad. Lo doloroso y que lamentablemente era previsible, es que ni siquiera se ha instalado la legislatura y ya hay cada división y cada comentario en torno al que o la que ejercerá la presidencia de este poder del Estado. Hay que adecentar a toda costa este Poder del Estado. Las ambiciones eternas de los políticos de “carrera” que han vivido de la cosa pública sin hacer prácticamente nada deben hacerse a un lado.
Si hubo algo que generó el triunfo de la alianza formada entre varios partidos de que en el país se podría superar esa visión tan particularista de que los partidos políticos deben absorber el control absoluto irrespetando el sistema republicano. Uno de los mayores males que hemos arrastrado por siglos, ya van dos pues, es ese desgraciado caudillismo que anula por completo el progreso equilibrado de la sociedad. Ignorar acuerdos, exigir plazos y torpedear las negociaciones me recuerda a un tal Nicolás que se apellidaba Maquiavelo.
La votación masiva de noviembre pasado espero que la entiendan bien estos politiqueros, porque la gente así lo entendió, no era únicamente para elegir un nuevo presidente sino para generar una gobernanza más legítima y que echase de una vez por todas, al cesto de la basura, todas esas manipulaciones y componendas que tanto daño nos han hecho. Actuar de la manera que tanto se ha criticado solo demuestra de lo que estamos hechos y refleja nuestros intereses mezquinos. Nuestra patria merece mucho más de aquellos a los que se les ha confiado tanto. Eso tampoco implica que se debe ignorar o negar la importancia de disentir. Es normal que no todos estemos de acuerdo en algo.
Pero es muy deshonesto el prestarnos para haber dicho en campaña una cosa y ya con la “guayaba” en la mano proceder de manera sectaria. Urge que esto se pare pronto, porque no podemos llegar al 25 de enero con más incertidumbres que certezas. Sabíamos que en todos los partidos habría mucha tela que cortar y claro que no son “santos” los que fueron elegidos, pero al menos esperamos que sean decentes y gente de palabra. Más de lo mismo es arriesgarnos a obtener los mismos resultados y eso, no nos sirve para nada.