Vatican News-“Dios se hace niño y no es sólo para asombrarnos y conmovernos, sino también para abrirnos al amor del Padre y dejarnos modelar por Él”. “Esta realidad se revela hermosa en Timor Oriental, porque hay muchos niños; y ustedes son un país joven en el que en cada rincón la vida se siente palpitar y bullir. Y la presencia de tanta juventud y de tantos niños es un don inmenso, que renueva constantemente nuestra energía y nuestra vida”.
Las palabras del Papa Francisco resonaron fuerte en la explanada de Taci Tolu, alcanzando a los cerca de 600.000 fieles congregados una zona protegida de la costa timorense, a menos de diez kilómetros de la capital, Dili. Este mismo lugar fue visitado en 1989 por San Juan Pablo II durante su viaje al país. A esta zona, caracterizada por paisajes pintorescos y una rica biodiversidad, acudió también el Papa Francisco para celebrar la Misa en la tarde de hoy, 10 de septiembre -la mañana en Italia- tras haberse reunido en privado con miembros de la Compañía de Jesús en la nunciatura apostólica.
La llegada del Papa
El Pontífice llega a la explanada en medio de multitudes de hombres y mujeres abarrotados a los lados de las calles, algunos lo saludan desde los tejados de las casas. Francisco se inmerge en una extensión humana de sombrillas blancas y amarillas distribuidas para la ocasión, ya que muchos fieles están aquí desde el amanecer, después de haber afrontado horas de viaje procedentes también de regiones vecinas.
«Un niño nos ha nacido, un hijo senos ha dado », puntualiza el Papa su homilía en español, repitiendo las palabras del profeta Isaías proclamadas en la Primera Lectura: en una Jerusalén próspera, pero en un momento de gran decadencia moral, “Dios hace brillar su luz salvadora a través del don de un hijo.
«El nacimiento de un hijo, reflexiona Francisco, es un «un momento de alegría y de fiesta », que suscita «buenos deseos», de «renovarnos en el bien, volver a la pureza y a la sencillez». Ante un recién nacido, incluso el corazón más duro se conmueve y se llena de ternura.».
La cercanía de Dios es a través de un niño. Dios se hace niño y no es sólo para asombrarnos y conmovernos, sino también para abrirnos al amor del Padre y dejarnos modelar por Él, para que pueda sanar nuestras heridas, arreglar nuestras divergencias, poner en orden la existencia.
Destacando la alegre presencia de numerosos niños en el joven país del sudeste asiático, Francisco señaló que sólo haciéndonos niños «permitimos la acción de Dios en nosotros», como María, «a quien hoy veneramos como Reina», es decir, «como madre de un Rey que quiso nacer pequeño, para hacerse hermano nuestro», explicó refiriéndose al pasaje evangélico de Lucas escuchado poco antes en portugués.
«María (…) eligió permanecer pequeña toda su vida, hacerse cada vez más pequeña, sirviendo, rezando, desapareciendo para dejar espacio a Jesús, incluso cuando esto le costó mucho».
De ahí la exhortación del Papa a no tener miedo «de hacernos pequeños ante Dios, y ante los demás, de perder la vida, de dar nuestro tiempo, de revisar nuestros planes», de redimensionar nuestros proyectos, «no para minimizarlos, sino para hacerlos aún mejores mediante el don de nosotros mismos y la acogida de los demás».
Todo esto está muy bien simbolizado, según Francisco, por dos joyas tradicionales timorenses, el Kaibauk y el Belak: el primero representa los cuernos del búfalo y la luz del sol, se coloca como adorno en la frente o en lo alto de la casa y representa «el poder de Dios, que da la vida» recordándonos que «también nosotros podemos cooperar con nuestras opciones y acciones en el gran designio de redención». Complementario del Kaibauk es el Belak, que se lleva en el pecho, hace referencia al suave resplandor de la luna, nos habla de fertilidad y de dulzura, simboliza la ternura de la madre «que con los delicados reflejos de su amor vuelve resplandeciente lo que toca por la misma luz que, a su vez, recibe de Dios».
Kaibauk y Belak, fuerza y ternura de Padre y Madre: así manifiesta el Señor su realeza, hecha de caridad y misericordia.
Por último, la propuesta del Papa de pedir juntos, «cada uno de nosotros, como mujeres y hombres, como Iglesia, como sociedad», ser capaces de reflejar en el mundo «la luz fuerte, la luz tierna» del Dios del amor.
Al final de la celebración eucarística, tomó la palabra el Arzobispo de Díli, Cardenal Virgílio do Carmo da Silva: «Hoy, este lugar de Taçi Tolu vuelve a ser el epicentro de un acontecimiento histórico para el pueblo timorense. Si la visita del Papa San Juan Pablo II marcó «el paso decisivo en nuestro proceso de autodeterminación», dijo, refiriéndose a la conquista de la independencia, hoy la presencia del Papa Francisco marca «un paso fundamental en el proceso de construcción del país, de su identidad y de su cultura». En el pasado, recordó el cardenal, los exploradores y navegantes fueron atraídos a la isla de Timor por el aroma del sándalo, que «en un determinado momento de la historia se cruzó con el del Evangelio», persistiendo hasta nuestros días gracias al compromiso constante de los misioneros.