Francisco nos invita a cuidarnos de la tentación de no reconocer al prójimo como mi hermano

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El Papa Francisco, en el Ángelus dominical desde el balcón frente a la Plaza San Pedro recordó que la Parábola del “Hijo Pródigo” que se proclama en este cuarto domingo de Cuaresma, nos lleva al corazón de Dios que “Siempre perdona con compasión y ternura, siempre. Dios perdona siempre, somos nosotros los que nos cansamos de pedir perdón, pero Él perdona siempre”.

Al meditar sobre los diferentes elementos que contiene este texto sagrado, el Pontífice nos invita a poner la mirada en la actitud del hijo mayor, que entra en crisis frente a s padre, “puede ponernos en crisis también a nosotros. De hecho, dentro de nosotros está también este hijo mayor y, al menos en parte, tenemos la tentación de darle la razón: siempre había hecho su deber, no se había ido de casa, por eso se indigna al ver al Padre abrazar de nuevo al hermano que se ha portado mal”, por lo que hace referencia a esa indignación que refleja el hijo mayor.

Tenemos que cuidarnos de basar todo en el puro cumplimiento dice el Papa, No tenemos que perder de vista que Dios es Padre, porque ya no vemos al prójimo como hermano. “De hecho, en la parábola el hijo mayor no dice al Padre mi hermano, no, dice tu hijo, como diciendo: no es mi hermano. Y al final precisamente él corre el riesgo de quedar fuera de casa. De hecho – dice el texto – «no quería entrar». Porque estaba el otro” explicó Francisco.

El padre misericordioso enfatiza el Vicario de Cristo, trata de hacerle entender que para él cada hijo es toda su vida. “Lo saben bien los padres, que se acercan mucho al sentir de Dios. Es bonito lo que dice un padre en una novela: Cuando me convertí en padre, entendí a Dios”.

Francisco dijo que quien se ha equivocado, a menudo se siente reprendido por su propio corazón; distancia, indiferencia y palabras hirientes no ayudan. “¡Cuánto bien puede hacer un corazón abierto, una escucha verdadera, una sonrisa transparente; celebrar fiesta, ¡no hacer sentir incómodo!” explicó el Papa.

“Quien tiene un corazón sintonizado con Dios, cuando ve el arrepentimiento de una persona, por graves que hayan sido sus errores, se alegra. No se queda quieto sobre los errores, no señala con el dedo el mal, sino que se alegra por el bien, ¡porque el bien del otro es también el mío! Y nosotros, ¿sabemos ver a los otros así?” finalizó diciendo Francisco.

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