Francisco: ¿Buscamos a nuestro alrededor la luz del amor de Dios?

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En este segundo domingo de Cuaresma, el Papa reflexionó sobre el relato evangélico de la Transfiguración, que nos enseña la importancia de estar con Jesús. “Estando con Él, de hecho, aprendemos a reconocer, en su rostro, la belleza luminosa del amor que se entrega, incluso cuando lleva las marcas de la cruz”, afirmó.

¿Acaso los discípulos ven un efecto espectacular? “No, no es eso”, dijo el Pontífice, aclarando que “ven la luz de la santidad de Dios brillando en el rostro y en los vestidos de Jesús, imagen perfecta del Padre. Se revela la majestad de Dios, la belleza de Dios enfatizó

“Pero Dios es Amor, continuó, y así los discípulos han visto con sus propios ojos la belleza y el esplendor del Amor divino encarnado en Cristo. Un anticipo del paraíso”. “¡Qué sorpresa para los discípulos!”, aseveró el Papa acotando: “Hacía tanto tiempo que tenían ante sus ojos el rostro del Amor, ¡y nunca se habían dado cuenta de su belleza! Solo ahora se dan cuenta, con inmensa alegría”.

 “Llevemos a los demás la luz que hemos recibido”

Para el Santo Padre, “este Evangelio también nos traza un camino: nos enseña lo importante que es estar con Jesús, incluso cuando no es fácil comprender todo lo que dice y hace por nosotros”. “Estando con Él, en efecto, aprendemos a reconocer, en su rostro, la belleza luminosa del amor que se entrega, incluso cuando lleva las marcas de la cruz”.

De ahí la invitación del Pontífice a interrogarnos: “¿Reconocemos la luz del amor de Dios en nuestra vida? ¿Lo reconocemos con alegría y gratitud en los rostros de las personas que nos aman? ¿Buscamos a nuestro alrededor signos de esta luz, que llena nuestros corazones y los abre al amor y al servicio? ¿O preferimos los fuegos de paja de los ídolos, que nos alejan y nos encierran en nosotros mismos? ¿La gran luz del Señor y la luz falsa, artificial de los ídolos. ¿Qué prefiero yo?”.

Y, como es costumbre al final de sus alocuciones previas al Ángelus, el Santo Padre invocó a la Virgen María, para que Ella, “que conservó la luz de su Hijo en su corazón, incluso en la oscuridad del Calvario, nos acompañe siempre en el camino del amor”.

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