¿Existe un pecado que no tenga perdón de Dios?

El Señor Jesús en las Sagradas Escrituras menciona al pecado contra el Espíritu Santo, ¿En qué consiste esta ofensa?

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Los tres evangelios sinópticos, (Marcos 3, 29; Mateo 12, 32 y Lucas 12, 10) mencionan en estos versículos el pecado contra el Espíritu Santo, el cual según dice el texto, no tiene perdón. Ante esto, es importante entender estas palabras y su contexto.

Rechazo

Pecar contra el Espíritu Santo es un rechazo al perdón y a la redención que Cristo ofrece. Es decir, la blasfemia contra el Espíritu Santo, es la obstinación contra Dios llevada hasta el final. Es negarse deliberadamente a recibir la misericordia divina. Es por ello, que la Constitución Apostólica Dei Verbum en su parágrafo 46 nos recuerda que “No hay límites a la misericordia de Dios, pero quien se niega deliberadamente a acoger su misericordia mediante el arrepentimiento, rechaza el perdón de sus pecados y la salvación ofrecida por el Espíritu Santo”. Semejante endurecimiento puede conducir a la condenación final y a la perdición eterna.

Blasfemia

David Rodríguez, integrante de la Renovación Carismática Católica (RCC), explica que cuando el hombre desconoce la acción de Dios en su vida y cierra su corazón está blasfemando, no solo con palabras, sino que también con hechos. “Cuando una persona es consciente de sus acciones y no le importa Dios en su vida Él no le puede perdonar, porque hay una barrera que le impide llegar al corazón, no hay arrepentimiento” afirmó.

El padre Ovidio Rodríguez, párroco de la comunidad Divino Niño, explica que este pecado consiste en negarlo. “Esto es negar su acción, la cual es permanente en la Iglesia que está viva, porque el Espíritu Santo la asiste, es negar su ser y su quehacer”. Santos Hernández, coordinador arquidiocesano de la RCC, amplía estos conceptos al mencionar que “Muchas veces esos pecados se cometen cuando no creemos en la misericordia de Dios que envía su Paráclito, que viene a nosotros en nuestro auxilio y nos sostiene en la fe”. Otras veces cuando no dejamos que los dones divinos fluyan y bajen a nuestro corazón, a nuestra vida, advirtió. Santo Tomás de Aquino se refirió a este pecado y mencionó que, “Es todo aquello que pone un obstáculo particularmente grave a la obra de la redención en el alma, es decir, que hace sumamente difícil la conversión al bien o la salida del pecado”.

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