Un aspecto importante de la Misión y de Ser Misionero es hacerse uno con todos, como nos recalca San Pablo (cf. 1 Cor 9, 19-23). Nuestra Madre María nos da cátedra porque ella se hizo una con los hombres y mujeres desde la era cristiana de la humanidad. Como hondureños tenemos este testimonio en Nuestra Señora María de Suyapa. Hace 278 años (1747) Alejandro Colindres, campesino, y un niño encuentran accidental y milagrosamente una imagen de cedro, con una altura de 6.5cm de la Virgen Inmaculada Concepción. Una figura de tes morena, pelo negro liso, con sus manos en oración, sencilla, sin pretensión, que impacta a propios y a extraños, que conecta automáticamente con el que se le acerca respondiendo a sus peticiones. Esto nos recuerda la enseñanza del Maestro comparando el Reino de los Cielos a una semilla de mostaza, pequeña, pero de frutos abundantes (cf. Mt 13, 31-32). Como modelo de primera en el “discipulado” y la “misión”, María de Suyapa, se hace una con los pequeños del pueblo hondureño. Antes de su presencia no había una identidad propia de Honduras, se diluía en los conflictos entre los colonizadores y los diferentes grupos nativos. Ella, los hace uno. Al verla, se miran ellos y comprenden que el Dios del que les han hablado y hasta bautizado si es un Dios cercano, como ellos. Este milagroso hallazgo, hizo palpable las palabras de Santa Isabel: “y ¿de dónde a mí que la madre de mi Señor venga a mí?” (cf. Lc 1, 43). Nuestra Madre María responde a estas palabras con la mansedumbre de la sierva, la discípula, la misionera: “Proclama mi alma la grandeza del Señor y mi espíritu se alegra en Dios mi salvador porque ha puesto los ojos en la humildad de su esclava, por eso desde ahora todas las generaciones me llamarán bienaventurada” (cf. Lc 1, 46-48). Esta manifestación mariana que trajo milagros, conversiones, unidad entre el pueblo, etc. Fue creciendo, extendiéndose y madurando en el territorio hondureño hasta suscitar en el Papa Pio XI en 1925 -hace 100 años- a proclamarla Patrona de Honduras, fijando su fiesta el 3 de febrero. Seamos dóciles al Espíritu Santo para abrirnos y comprender la manifestación divina en la experiencia de Santa María de Suyapa. Pidamos que en nuestro corazón palpite el Amor de Dios que nos haga cercanos con todos, atentos a las necesidades de nuestro prójimo y fieles misioneros del Evangelio de Jesucristo.
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