En misión | Una Iglesia Misionera es caminante con el Señor en las vías del Mundo

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Dentro de las expectativas que las personas tienen con la Iglesia es que sus miembros sean cercanos. Es por ello, que los templos cerrados, las capillas sin sacerdote, la ausencia de católicos en hospitales, cárceles, barriadas, etc. son parte de las criticas que muchos hacen frecuentemente. Jesús nos advierte hoy sobre la atención al prójimo en la conocida parábola del Buen Samaritano. Un hombre yace moribundo en la orilla de un camino tras ser asaltado, pasa un sacerdote y más tarde pasa un levita (servidor del templo, de la tribu de Leví), ambos alejándose de él para no contaminarse, siguieron su camino; después pasa un samaritano -perteneciente al pueblo con quienes los israelitas no tenían buenas relaciones- atendiéndolo en el lugar y llevándolo a un hospedaje para que lo sigan cuidando hasta su recuperación, dejando pagado los gastos. Al terminar de contar la parábola, Jesús lanza la pregunta: ¿Quién de los 3 fue el prójimo? Y la respuesta fue contundente: El que mostró misericordia con él. (cf. San Lucas 10, 25-37) Por tanto, “El Señor Jesús continúa su ministerio de esperanza para la humanidad por medio de sus discípulos, enviados a todos los pueblos y acompañados místicamente por Él; también hoy sigue inclinándose ante cada persona pobre, afligida, desesperada y oprimida por el mal, para derramar sobre sus heridas «el aceite del consuelo y el vino de la esperanza» (Prefacio “Jesús, buen samaritano”). Obediente a su Señor y Maestro, y con su mismo espíritu de servicio, la Iglesia, comunidad de los discípulos-misioneros de Cristo, prolonga esa misión ofreciendo la vida por todos en medio de las gentes. La Iglesia, aun teniendo que afrontar, por un lado, persecuciones, tribulaciones y dificultades, y, por otro lado, sus propias imperfecciones y caídas, a causa de las fragilidades de sus miembros, está impulsada constantemente por el amor de Cristo a avanzar unida a Él en este camino misionero y a acoger, como Él y con Él, el clamor de la humanidad; más aún, el gemido de toda criatura, en espera de la redención definitiva. Esta es la Iglesia que el Señor llama desde siempre y para siempre a seguir sus huellas; «no una Iglesia estática, [sino] una Iglesia misionera, que camina con el Señor por las vías del mundo» (Homilía en la Santa Misa al finalizar la Asamblea general ordinaria del Sínodo de los Obispos, 27 octubre 2024). Por eso, también nosotros sintámonos inspirados a ponernos en camino tras las huellas del Señor Jesús para ser, con Él y en Él, signos y mensajeros de esperanza para todos, en cada lugar y circunstancia que Dios nos concede vivir. ¡Que todos los bautizados, discípulos-misioneros de Cristo, hagan resplandecer la propia esperanza en cada rincón de la tierra!” (Mensaje del Santo Padre Francisco para la 99 Jornada Mundial de las Misiones 2025)

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