TEGUCIGALPA, HONDURAS.- ¡Padre! Así son llamados los sacerdotes que, con amor y entrega, caminan junto a sus comunidades parroquiales en medio de luchas y sacrificios, con el único propósito de ser obedientes al llamado de Dios.

Un modelo ejemplar de este compromiso es el Santo Cura de Ars, cuyo nombre real fue San Juan María Vianney. Este santo pasaba hasta 16 horas diarias confesando. Miles de personas viajaban desde lugares lejanos para recibir dirección espiritual y reconciliarse con Dios. Era ampliamente reconocido por su don de leer las conciencias.

San Juan María Vianney es un modelo de párroco y padre espiritual. Su vida es un referente para todos aquellos que, sin distinción de personas, grupos pastorales o movimientos eclesiales, buscan servir con amor a la Iglesia. Su principal misión fue precisamente esa: servir con amor. Inspirado en este ejemplo, el Padre Eugenio Aldana, párroco de la Iglesia San Jorge, en Olanchito, reflexiona sobre su propia vocación: “Como párrocos, lo primero que tenemos que ofrecer es nuestra disponibilidad, nuestra donación. No es fácil, porque no siempre se está en un entorno cómodo o favorable. Pero ahí está la clave: entregarse incluso en medio del cansancio, en medio de la rutina”.

Morir así mismo 

Una frase que ha acompañado al padre Aldana en su ministerio —y que alguna vez compartió durante una homilía en su antigua parroquia, El Salvador del Mundo, en la colonia Cerro Grande de Comayagüela— es esta: “La muerte es la fecundidad de la vida.” Con ella expresa el sentido profundo del servicio sacerdotal: “El ser párroco es, en gran medida, una entrega constante. Uno muere a sus propios planes, a sus comodidades, para dejar que sea el Señor quien fecunde esa tierra, ese pueblo al que se nos envía. No importa si la zona es más difícil, si se trata de un lugar con muchas necesidades o con realidades desafiantes como la pobreza o el cuidado de la casa común. El sacerdote tiene que llenarse de esa realidad y responder con amor pastoral”. Ser párroco no es solo un cargo, es una vocación que exige morir a uno mismo para dar vida al pueblo de Dios. En medio del cansancio y las dificultades, el amor pastoral se convierte en luz. Como el Cura de Ars, cada sacerdote está llamado a ser rostro vivo de Cristo.

Renán Guillén
Comunidad Santísima Trinidad


"Creo que debemos cuidar a nuestros sacerdotes. Debemos orar por ellos. Porque, como humanos, también necesitan de nuestras oraciones.


Padre Santos Pablo Vázquez
Párroco de Iglesia San Martín


“Creo que, como sacerdotes, necesitamos cultivar la amistad, tanto entre los sacerdotes como con los laicos, para acercarnos más a Cristo.”

Pablo Pablo Hernández
Párroco de Iglesia Guadalupe


“Por mucha oración que se haga, debe llevar un tinte de amor a lo que se hace; no se trata de prestar un simple servicio en favor de los fieles, sino de hacerlo también con amor.”

Padre Eugenio Aldana

“A los hermanos párrocos que se sienten cansados, les diría: no estamos solos. Nuestro trabajo no siempre es comprendido, pero el Señor sí lo ve todo. Cuando el servicio se ofrece con sinceridad, con confianza y fidelidad, el pueblo lo percibe, y Dios lo bendice”.

El Santo Cura de Ars pasaba hasta 16 horas diarias confesando. Su entrega fue tan grande que miles viajaban desde lejos solo para recibir su consejo y reconciliarse con Dios. Hoy es modelo de párroco: cercano, incansable y lleno de amor por su comunidad.

Honduras
En muchas parroquias de Honduras, un solo sacerdote puede atender hasta 20 comunidades rurales, desafiando la distancia y el cansancio con entrega pastoral.

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