Uno de los sentimientos y sensaciones que se viven después de un aborto es el aislamiento no solo físico, sino también psicológico y espiritual: Cuando el alma se vuelve una casa sin ventanas.
De todo lo duro que conlleva un aborto, lo peor es la soledad que le sigue, y el aislamiento en que esta se transforma. En esta soledad hay muchos tipos de silencio, se calla, pero no se está en silencio.
Se viven infinitas voces que a veces gritan y a veces susurran, obligadas a escucharse una y otra vez, voces de condena y de miedos que crean un malestar que hay que disimular, la necesidad impuesta de guardar silencio. Que nadie vea, que nadie lo sepa, ¿Quién lo entendería?
¿Cómo es una casa sin ventanas? En ella el aire se va enrareciendo, y el ambiente se va volviendo cada vez más irrespirable. Es una casa donde apenas se puede vivir. Se vive en la oscuridad y se camina a tientas. Afuera la vida sigue, pero dentro parece que el mundo se ha detenido. ¿Cuánto tiempo se puede vivir así?
Callar el aborto no es la solución, no lo hace desaparecer, tampoco lo hace olvidar. Callar solo aumenta los infernos personales.
¿Cómo abrir una puerta o una ventana de esa casa después de un aborto?
La respuesta es muy simple: Abrir una ventana es narrar tu historia, contársela a alguien para sacarla de tu cabeza, y si no puedes dar ese paso, comienza entonces por escribir. Cuéntale a tu yo del futuro tu historia. Saca las palabras de tu cabeza, o si te gusta pintar, pinta, si te gusta bailar, baila. Pero sácalo. Y cuando te sientas preparada, busca a alguien con quien compartir lo que te sucede. No hay nada más sanador que sentirse comprendida cuando tú no eres capaz de comprenderte, y también que te acojan sin juicio alguno cuando tú no te aceptas a ti misma. ESO ES AMOR.
Jesús le dijo a la mujer pecadora: ¿Quién te condena? Yo tampoco, ve y no peques más.
Busca el poder liberador del sacramento de la Reconciliación, el amor misericordioso de Dios abre ventanas tan grandes en esa casa sin luz, que el aire de su Espíritu Santo es capaz de iluminar cada rincón de ese oscuro lugar. Déjate amar, cuéntale tus penas y El que conoce tu corazón, dará paz y sosiego a tu vida. JESÚS SIEMPRE TE ESPERA
(Fragmento tomado del libro Cartas intimas después de un aborto voluntario)