San Juan Pablo II, en la carta apostólica Rosarium Virginis Mariae, confesaba que, para él, el simple rezo del Rosario marca el ritmo de la vida humana, palabras que cobran mucho sentido al saber que esta oración mariana, era su preferida. En 2002, agregó los misterios luminosos, para completar la meditación de la vida de Jesús a través de los ojos de la Madre de Dios. Es por ello, que recordó que, “El pueblo cristiano aprende de María a contemplar la belleza del rostro de Cristo y a experimentar la profundidad de su amor”.
Obediencia
El presbítero Avilio Zambrano, párroco de la comunidad San Pedro Apóstol, señala que hacer del Santo Rosario, un modo de vida, es buscar la voluntad de Dios. “Una persona orante de esta suplica a María, es alguien que sabrá distinguir el bien del mal y por supuesto que elegirá siempre hacer el bien en conciencia y en voluntad” advirtió. Por eso esta práctica es fundamental, porque nos lleva a actuar en equilibrio y respetando la dignidad de la persona humana. “Un verdadero amante de esta oración, es una persona conciliaría, servicial, entregada, respetuosa de lo sagrado y amante de la Santa Eucaristía” dijo. El presbítero es claro al recalcar que ser amante del Rosario, no solo es para que nos vean que somos piadosos o que somos marianos, va más allá de eso. “Es entender que debemos ser obedientes, responsables, genuinos con nuestra forma de actuar, porque de apariencias está lleno el mundo”, puntualizó.
Práctica
El sacerdote César Muñoz, párroco de la comunidad Santísima Trinidad, destaca que los misterios de la fe nutren nuestra vida cotidiana. “El Rosario se convierte en un instrumento que fortalece nuestro servicio cotidiano como evangelizadores” resaltó. Sobre esto, la hermana María Elena Díaz, religiosa de las Misioneras de Marilam, explica que si meditamos bien el Santo Rosario, los misterios, lo que decimos, se le podrá hallar gusto. “María, que ha sido la primera discípula y misionera, nos enseña a estar cerca de su hijo amado” dijo.
