El Papa nos invita a volver a lo esencial en la Cuaresma

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En su homilía durante la santa misa del Miércoles de Ceniza, en la Basílica de Santa Sabina, el Pontífice animó a todos los fieles a volver a Dios con todo el corazón y a reconocernos por lo que somos: polvo amado por Él.

“Entra en lo secreto”, esta es la invitación que Jesús nos dirige a cada uno de nosotros al inicio del camino de la Cuaresma y que el Papa Francisco recordó al inicio de su homilía en la tradicional celebración eucarística del Miércoles de Ceniza en la Basílica de Santa Sabina.

Este templo, sede de la Curia General de los Frailes Predicadores Dominicos, fue el punto de llegada de la statio y procesión penitencial que partió desde la Iglesia de San Anselmo. Desde este espacio sagrado, el Pontífice explicó que “entrar en lo secreto significa volver al corazón, como exhorta el profeta Joel”.

La Cuaresma, tiempo para despojarnos del “maquillaje”

El Santo Padre subrayó que “la Cuaresma nos sumerge entonces en un baño de purificación y de despojamiento; quiere ayudarnos a quitar todo “maquillaje”, todo aquello de lo que nos revestimos para parecer adecuados, mejores de lo que realmente somos”.

Cada uno de nosotros somos amados con amor eterno

Por eso, esta tarde, dijo el Papa, con un espíritu de oración y humildad, recibimos la ceniza sobre nuestra cabeza. El Obispo de Roma observó que “es un gesto que quiere remitirnos a la realidad esencial de nosotros mismos”.

Limosna, oración y ayuno: caminos que nos reconducen a lo esencial

El Papa precisó que “si en la ceniza que somos arde el fuego del amor de Dios, entonces descubrimos que estamos modelados por este amor y que somos llamados al amor; que se concretiza en amar a los hermanos que tenemos a nuestro lado, estar atentos a los demás, vivir la compasión, ejercitar la misericordia, compartir lo que somos y lo que tenemos con quien lo necesita”.

Entregarse a Dios

También recordó que San Anselmo de Aosta nos dejó una exhortación que esta tarde podemos hacer nuestra: «Huye un momento de tus ocupaciones, apártate por un instante de tus tumultuosos pensamientos. Deshazte de las preocupaciones que te agobian y pospón tus laboriosos quehaceres. Entrégate un poco a Dios y descansa un instante en Él. “Entra en el aposento” de tu espíritu, ahuyenta todo excepto a Dios y lo que te ayude a hallarle, y una vez cerrada la puerta búscale. Ahora di “corazón mío”, di todo entero ahora a Dios: Busco tu rostro, Señor; tu rostro es lo que busco» (Proslogion, 1).

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