El Papa Francisco en su mensaje, tras el rezo del Ángelus en la plaza San Pedro señaló los peligros de vivir una religiosidad superficial y de fachada. Citando el Evangelio de San Mateo que presenta este domingo la parábola de los dos hijos, recordó que “La obediencia no consiste en decir “sí” o “no”, sino siempre en actuar, en cultivar la viña, en realizar el Reino de Dios, en hacer el bien. Con este sencillo ejemplo, Jesús quiere superar una religión entendida solo como práctica exterior y rutinaria, que no incide en la vida y en las actitudes de las personas, una religiosidad superficial, solamente “ritual”, en el mal sentido de la palabra”.
Conversión
El Santo Padre, recordó que una religiosidad “de fachada”, que Jesús desaprueba, es como la que vivían los sumos sacerdotes y los ancianos del pueblo, “Jesús les dice: Los publicanos, es decir los pecadores, y las rameras llegan antes que vosotros al Reino de Dios”. Esta afirmación no debe inducir a pensar que hacen bien los que no siguen los mandamientos de Dios, los que no siguen la moral, y dicen: “Al fin y al cabo, ¡los que van a la Iglesia son peor que nosotros!”. No, esta no es la enseñanza de Jesús. Jesús no señala a los publicanos y las prostitutas como modelos de vida, sino como “privilegiados de la Gracia”.
Según el Pontífice, la conversión es una gracia, que Dios ofrece a todo aquel que se abre y se convierte a Él. “Dios es paciente con cada uno de nosotros: no se cansa, no desiste después de nuestro «no»; nos deja libres también de alejarnos de Él y de equivocarnos. ¡Pensar en la paciencia de Dios es maravilloso! Cómo el Señor nos espera siempre; siempre junto a nosotros para ayudarnos; pero respeta nuestra libertad”.
La conversión, cambiar el corazón, es un proceso, un proceso que nos purifica de las incrustaciones morales recordó el Papa. “El Evangelio de hoy cuestiona la forma de vivir la vida cristiana, que no está hecha de sueños y bonitas aspiraciones, sino de compromisos concretos, para abrirnos siempre a la voluntad de Dios y al amor hacia los hermanos. Pero esto, también el compromiso concreto más pequeño, no se puede hacer sin la gracia. La conversión es una gracia que debemos pedir siempre: Señor dame la gracia de mejorar. Dame la gracia de ser un buen cristiano”. dijo