Este jueves, en el Aula Pablo VI, el Santo Padre se dirigió a unas 900 participantes en curso de la Asamblea Plenaria de la Unión Internacional de Superioras Generales (UISG), en Roma; asimismo, de manera virtual. El Pontífice dio un extenso discurso en español y se centró en dos escenas bíblicas: Jesús que lava los pies a Pedro en la última cena y María Magdalena que experimentó una gran liberación en su encuentro con Jesús.
No obstante, las fragilidades, reposicionarse a los pies de la humanidad y servir
Pedro debió cambiar de mentalidad, dejándose servir; Magdalena fue elegida como apóstala, no obstante, su historia pasada. De estas dos contemplaciones, vuelve la necesidad hoy de perseverar en la actitud de servicio y escucha mutua para la plena comunión eclesial. La Iglesia aprende de su Maestro que, para poder dar su vida sirviendo a los demás, está invitada a reconocer y acoger su propia fragilidad y, a partir de ahí, a inclinarse ante la de los demás.
El Papa no excusa considerar los aspectos de fragilidad relativos a la vida consagrada y las vocaciones religiosas; al contrario, asume e invita a tomar una visión positiva e impetuosa afirmando que, convertirse en siervos no se trata de servidumbre.
“Abajarse no es replegarse sobre las propias heridas e inconsistencias, sino que abre a la relación, a un intercambio que dignifica y sana, como a Pedro, y del que parte un nuevo camino con Jesús.”
(Papa Francisco, Asamblea Plenaria de la Unión Internacional de Superioras Generales, 2022).
En gran medida, escribe que se necesita reposicionar a los pies de la humanidad, “porque es desde ahí, desde abajo, que cada uno de nosotros ´puede releer nuestro carisma y nuestra historia”; al mismo tiempo, invita a no tener miedo de buscar nuevos ministerios y nuevas formas de ejercer evangélicamente la autoridad.
“No tengáis miedo de vuestra vulnerabilidad”, expresó el Papa a los Superiores, llamándolas a participar activamente en el proceso sinodal, enriqueciendo así a la iglesia con sus propios carismas, pero sobre todo activando el trabajo sinodal dentro de su propia vida comunitaria, puesto que, “el camino es ser constructores de comunión y tejedores de relaciones”.
Finalmente, enfatizó la urgencia del ministerio de acompañamiento, donde los laicos también puedan participar en las espiritualidades encarnadas por los diferentes institutos. “Un hermoso signo de esta renovación sinodal debe ser el cuidado mutuo”, dijo Francisco, pensando principalmente en las congregaciones pequeñas y en las que están por desaparecer.
“Es una oportunidad para escucharse unas a otras, para animarse unas a otras a hablar con parresia, para hacerse preguntas sobre los elementos esenciales de la vida religiosa hoy. También para dejar emerger preguntas incómodas. No teman su propia vulnerabilidad, no tengan miedo de presentarla a Jesús”.