El estilo de vida poco saludable causa 16 millones de muertes prematuras al año

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Los objetivos de la Organización Mundial de la Salud (OMS) han ido evolucionando a lo largo del tiempo junto con los cambios en salud y en estilo de vida. Si hace unas décadas la principal preocupación eran las patologías infecciosas y la mortalidad infantil, en la actualidad el foco está puesto en los problemas de salud vinculados a un estilo de vida poco saludable como es el tabaquismo, el abuso del alcohol, el sedentarismo o la mala alimentación. En definitiva, la OMS señala claramente los problemas de salud vinculados al estilo de vida poco saludable y que fomentan las llamadas epidemias del siglo XXI: la obesidad, la diabetes o la hipertensión.

Alimentación inadecuada

Se considera una alimentación inadecuada la que favorece enfermedades como la obesidad y la arterioesclerosis, entre otras posibles enfermedades. Una dieta sana ha de tener presente alimentos ricos en fibra (pan integral, frutas, verduras, legumbres, frutos secos…) y una proporción global adecuada de hidratos de carbono (50%), grasas (30% máximo, no debiendo superar las saturadas el 8%-10%) y proteínas (15%).

La lucha contra la obesidad es prioridad en la política sanitaria de todos los países del mundo occidental y se centra en concienciar a la población en la mejora de los hábitos saludables relacionados con la alimentación y la práctica de ejercicio.

Seguir fumando, bebiendo en exceso, conduciendo de modo imprudente, etc., implica eludir la responsabilidad que supone proteger de modo inteligente nuestra salud. En consecuencia, parece acertado afirmar que la mayor amenaza que se cierne actualmente sobre la salud del hombre occidental reside, muy probablemente, en nosotros mismos.

La Organización Mundial de la Salud (OMS) ha llamado la atención recientemente sobre el importante desafío que suponen en el mundo, y supondrán en los próximos 50 años, las enfermedades no transmisibles, es decir las enfermedades no infecciosas. En ellas, el estilo de vida puede marcar una decisiva influencia y, por tanto, el individuo tiene un papel muy importante en su potenciación o prevención.

Sueño: la base para los hábitos saludables

Dormir bien al menos siete horas por noche es esencial para gozar de una salud óptima. El sueño es la base de nuestros hábitos y decisiones cotidianas. La falta de sueño puede afectar negativamente el humor y el temperamento, así como la habilidad para concentrarnos en las tareas cotidianas.

Dado que las hormonas se regulan durante el sueño, al faltarte horas de sueño, sus hormonas del hambre se descontrolan y eso aumenta la sensación de hambre y disminuye la saciedad. Además, el sueño permite que su mente y su cuerpo se recuperen del día de trabajo, y estos procesos importantes se acortan cuando no tiene suficientes horas de sueño.

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