El Domingo de Ramos recuerda no ser solo compañeros de buenos momentos

Estamos llamados a fortalecer nuestra fe y volverla más profunda y auténtica en el comienzo de la Semana Santa

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Al reflexionar sobre el Evangelio que se lee durante el Domingo de Ramos que narra la Pasión del Señor, observamos cómo Jesús es recibido en Jerusalén con palmas y aclamaciones: “¡Bendito el que viene en el nombre del Señor!”, sin embargo, cuando llega el momento crítico, el Señor se encuentra solo, e incluso es traicionado y negado. Esto debería hacernos reflexionar sobre cómo a menudo solo estamos presentes como “compañeros” en los momentos buenos.

El Padre José Antonio Chavarría, Párroco de la comunidad Cristo Señor de las Mercedes, en Santa Lucía, Francisco Morazán, hace una enérgica invitación a ser testigos de la fe siempre, no únicamente en los momentos de gozo. “Hemos de aprender de Jesús su obediencia al plan de Dios, esa obediencia al proyecto salvífico que se manifiesta en el cumplimiento de la voluntad del Padre, y ejemplos de Él como deberíamos de ser, así obedientes hasta el fin, y en todo momento, según lo que nos corresponda vivir, dando testimonio de la fe que decimos profesar, dando testimonio del Señor en nuestras vidas”, dijo.

Realidad

El Domingo de Ramos nos ofrece una lección sobre la naturaleza humana y nuestra relación con la fe. Primero recibimos a Jesús en Jerusalén con palmas y alegría celebrando su llegada con entusiasmo y fervor y luego, a medida que la semana avanza hacia la Pasión, vemos cómo la actitud de la multitud cambia drásticamente. Jesús es abandonado y enfrenta la traición y el rechazo de aquellos que momentos antes lo aclamaban como Rey. Esta paradoja no es solo un relato del pasado, sino que resuena profundamente en nuestra realidad actual. A menudo, nos encontramos siendo nada más “acompañantes de buenos momentos” en nuestra relación con la fe y con los demás. Cuando las cosas van bien, cuando estamos rodeados de alegría y comodidad, es fácil estar presentes y comprometidos. Pero cuando enfrentamos desafíos, sufrimiento o dificultades, nuestra lealtad y compromiso muchas veces, tambalean.

El Domingo de Ramos nos invita a reflexionar sobre la autenticidad de nuestra fe y el verdadero significado del seguimiento de Jesús. ¿Estamos dispuestos a seguir a Cristo no solo en los momentos de alegría y triunfo, sino también en los momentos de prueba y sufrimiento? ¿Estamos realmente comprometidos con el camino de la cruz, que implica sacrificio y renuncia?

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