El arma que todos tenemos al alcance

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El mes de octubre es siempre un mes sumamente especial. Es el mes de la práctica piadosa que ha sostenido la fe de nuestros pueblos: el Santo Rosario.

No podemos negar que la fuerza de la oración no tiene límites y que de la mano de las cuentas de una camándula se han alcanzado favores de Dios que solo la intercesión de la Madre, pueden alcanzar.

Rezar el Rosario no es una tradición cualquiera sino la fuerza del corazón que eleva su mirada al Corazón de nuestro Señor y trata de entrar en la sintonía de su amor.

La meditación de los misterios de nuestra Fe es una fuente de vida espiritual y de experiencia cristiana que ayuda a madurar y a progresar en el conocimiento de la voluntad de Dios.

Cuando recorremos los gozos de los inicios de nuestra vida de Fe anclados en la historia de la familia de Nazaret, podemos contemplar todo un proyecto que Dios quiere para nuestras familias. Cada familia es un milagro de amor, aún es sus precariedades. Cada familia, si realmente lo es, es solidaria, vela por los suyos y les acompaña.

Cuando recorremos lo luminoso de nuestra vida de Fe se nos recuerda que nada ocurre sin sentido. Todo está hilvanado con los hilos que a nosotros nos llevan desde nuestro bautismo, a las opciones definitivas de la vida, a dejarnos transfigurar por el amor de Dios que ya se nos ha transfigurado en la Eucaristía y que nos vuelve anunciadores del Reino.

Cuando, por su parte, meditamos en el misterio de la Cruz, valoramos que más allá del dolor está un proyecto de amor entregado, vivido, donado… que se pone delante nuestro para moldearnos, para configurarnos, para vivir y morir, como Cristo, por Cristo y en Cristo.

Padre Juan Ángel López, párroco Sagrado Corazón de Jesús, Miraflores

Finalmente, cuando permitimos que el Espíritu nos descubra la Gloria prometida tomamos nuevas fuerzas para que, con la mirada puesta en la meta, tengamos aspiraciones de cielo sostenidas por la acción del Espíritu que resucita, que da vida.

Por eso, cuando tomamos el Rosario en nuestras manos estamos realmente adiestrando nuestros dedos para la pelea contra el demonio y sus secuaces. Nos volvemos más fuertes, más enfocados, más decididos. El Rosario es el arma de estos tiempos grises y que parecen engullir todo lo bueno y noble que pueda existir.

Yo no les invito a rezar el Rosario… sencillamente creo que quien no quiere rezar de la mano de María es que no ha entendido que sí algo podemos saber de Dios es que su plan de amor tiene el rostro de Cristo, gracias a ella, gracias a que una jovencita supo guardar en su corazón lo que no lograba entender. Yo no entiendo la pandemia ni muchas otras situaciones dolorosas que estamos sufriendo, pero sin el rosario en mi corazón seguramente ya días que me hubiese sucumbido ante tanto dolor, tanta corrupción, tanto cinismo.

 

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