El aumento de la violencia, el aumento en los índices delictivos, la lucha del poder por el poder mismo sin pensar en la sociedad, que cada vez se encuentra más desprotegida, son situaciones que han pasado de ser preocupantes a cotidianas; tan cotidianos que ya no asustan ni asombran; perdiendo de vista que la vida es dada por Dios, por lo tanto, ningún hombre tiene derecho a ponerle término, de ahí que en su homilía del domingo 17 de julio, Monseñor Oscar Andrés Rodríguez haya hecho énfasis en un acontecimiento que remeció las adormecidas fibras de un pueblo que a fuerza de ver y escuchar de muertes violentas de centenares de hondureños, ha perdido la sensibilidad y su capacidad de asombro, reseñó: “Esta semana hemos visto con horror ese crimen abominable, fruto de una planificación cuidadosa. Qué triste cuando el ser humano se deshumaniza y piensa solamente en matar, destruir, lo cual es directamente contra el plan de Dios”.
La violencia y la falta de respeto y amor por la vida, propia de la sociedad actual no pueden ni deben relativizar el quinto mandamiento de la ley de Dios: ¡No Mataras! pero la ausencia de valores y el alejamiento de Dios, en la sociedad hondureña, es un tipo de epidemia que viene desde hace tiempo generando muchos de los males que se enfrentan como sociedad: la insensibilidad, la falta de respeto a la vida, la ausencia de honestidad, la falta de justicia lo que ha provocado una degradación de la conducta personal y social creando y acentuando la desigualdad, la violencia, la corrupción e impunidad; por lo que señaló el cardenal: “Este crimen, nos debe hacer reflexionar hermanas y hermanos, Honduras no puede seguir así: polarizada por intereses mezquinos que van contra la voluntad de Dios”.
Nada debe valorarse más que la vida de un ser humano, sin embargo, nos encontramos inmersos en un sistema deshumanizante que otorga valor a las personas por el dinero, por sus posesiones o por sus logros. El purpurado Rodríguez enfatizó que quienes son capaces de cometer un “crimen tan abominable” seguramente “crecieron embrutecidos por el ‘dios dinero’ y son capaces de quitarle la vida a alguien por medios materiales que nunca disfrutarán de ellos y jamás tendrán paz interior en su conciencia sabiendo que son asesinos”.
Insistió en la necesidad de educar a aquellas personas que “jamás quizás recibieron una educación moral en su hogar” y la manera más adecuada es la educación que nace y se desarrolla en el hogar que es donde ha de empezar la educación de los hijos, allí es donde deben aprender las lecciones que han de guiarlos a través de la vida: lecciones de respeto, obediencia, Etc. “No podemos seguir así, Honduras tiene que cambiar.
Honduras debe reconciliarse y pensar en hacer el bien común, es lo único que nos llevaremos al momento de presentarnos ante nuestro creador y redentor”, señaló el cardenal e invitó a los hondureños a “orar mucho para que el país se acerque a Dios, para que Dios toque los corazones de piedra y puedan convertirse a hacer el bien”.