El 17 de septiembre, es el Día del Maestro, una jornada que se celebra en Honduras para reivindicar y homenajear la importante labor de los docentes y honrar a una de las profesiones más importantes e influyentes del mundo. Ellos, hombres y mujeres, son los que acompañan a nuestros hijos en su crecimiento y fueron los que marcaron nuestras vidas al acompañarnos en las etapas vitales más importantes al servirnos de ejemplo desde que fuimos pequeños.
Está claro que los maestros marcan las vidas de su alumno más con lo que hacen que con lo que dicen, sin embargo, en la actualidad se presta más atención al discurso que a la acción, a los documentos que, a las personas, a las palabras más que a los hechos; de tal modo, que cuando el discurso no va acompañado de acciones consecuentes y las palabras no se transforman en hechos afines, no se produce el acto educativo.
La coherencia en el pensar, en el actuar y en el sentir es el único modo de educar y el único camino para ser creíbles como maestros porque solo el ejemplo educa. En un día en que se destaca la insustituible labor que desarrolla un maestro, es importante no olvidar que el proceso educativo no es en un solo sentido, ya que se trata de un proceso, de un continuo e incesante movimiento, de una cadena de acciones, de palabras, de pequeñas intervenciones y de actos, aparentemente aislados y separados, pero que forman un conjunto, una unidad con significado, de ahí que sea una obra de arte colectiva, pues el maestro actúa, acompaña al niño, al joven, interviene sobre él; pero no está solo en esta labor, ya que colabora con una intrincada urdimbre de figuras: de educadores formales e informales que, de un modo u otro, esculpen el alma del alumno. El encuentro entre un ser humano dispuesto a enseñar lo que ha aprendido y otro dispuesto a aprender, a conocer lo que todavía ignora, a adentrarse en un territorio que desconoce, es un acto de increíble singularidad pues se realiza entretejiendo múltiples relaciones de amor, de justicia y de solidaridad, aun cuando muchos maestros no son conscientes de esa realidad y descuidan el ser ejemplos creíbles; es por esa razón que cuando el alumno percibe que existe una contradicción entre lo que el maestro exige y lo que él hace con su vida, se aleja emocionalmente de él y se siente engañado.
Es por ello que es tan difícil ser verdaderamente maestro, porque no se trata solo de saber cosas; no se trata solo de poseer habilidades comunicativas, didácticas y pedagógicas o cultura general; se trata de ser coherente, congruentes características muy difíciles no solo para los maestros, sino para cualquier ser humano. Desde el Semanario Fides, conscientes de que Educar a una persona no es solo hacerle aprender algo que no sabía, sino hacer de él alguien que no existía; queremos expresarle a todos aquellos hombres y mujeres que al igual que Jesús, entregan su vida para transformar vidas, nuestras más expresivas muestras de agradecimiento y reconocimiento.