Hasta la mitad del siglo XX, en el mundo occidental las personas mayores eran consideradas merecedoras de especial respeto e incluso veneración de parte de la sociedad y particularmente, del grupo familiar. La edad se valorizaba y se vinculaba a una mayor experiencia; no obstante, eran pocas las personas que podían vivir esa etapa de su ciclo vital, dadas las limitadas esperanzas de vida. Esa realidad ha cambiado y los últimos decenios dan cuenta de una mayor expectativa de vida al nacer y, por otro lado, se observa que paulatinamente el aporte de la experiencia de los mayores en la sociedad se ha devaluado, la modernización presenta los deseos, preocupaciones y anhelos de los adultos mayores como una carga para las generaciones más jóvenes, llegando en ocasiones a invisibilizarlos.
Es por esta razón, que el Papa Francisco viendo los signos de los tiempos, llaman a reflexionar sobre los valores imperantes en la sociedad de hoy día y promueven la dignidad, la igualdad e importancia del anciano en la sociedad. A 18 años de la publicación de la Exhortación Christifideles Laici «Los fieles laicos» (1988) del papa san Juan Pablo II, en cuyo capítulo IV se remarca el tema «Los ancianos y el don de la sabiduría», el Papa Francisco en ocasión de la Solemnidad de San José del año 2016, pone nuevamente en el tapete, la condición del anciano con la publicación de su Exhortación apostólica Amoris Laetitia AL «La alegría del amor» (2016), en el cual, por un lado, exalta la misión de los ancianos de hacer memoria y trasmitir la fe a las nuevas generaciones como una parte relevante del laicado católico, considerándolos compañeros de viaje y no usuarios de la Iglesia y por el otro lado, la responsabilidad de las generaciones jóvenes de no abandonar y dejar solos a los mayores pues los priva de ese necesario contacto con sus raíces y con una sabiduría que la juventud por sí sola no puede alcanzar.
De tal modo, que conscientes de la necesidad de reconciliación entre las generaciones y de las pruebas que viven los mayores, la Iglesia nos señala las fallas de unos y otros y nos indica un camino que se desprende de la necesidad de desarrollar una mejor atención pastoral a una generación, que quizás hemos olvidado con demasiada frecuencia, debido a la tendencia a considerar de manera a priori a los ancianos como personas ya evangelizadas. El Papa inicia su comentario sobre los ancianos en el numeral 191, de AL., citando el Salmo 71, versículo 9, en el cual reproduce el clamor de los ancianos que temen el olvido y el desprecio, ahora que son mayores La Iglesia insiste en el respeto a la dignidad y a los derechos fundamentales de la persona anciana y, con la convicción de que los ancianos tienen aún mucho que dar a la vida social. Solo así se podrá perseguir el objetivo de garantizar al anciano condiciones de vida siempre más humanas y dar valor a su papel insustituible en una sociedad en continua y rápida transformación económica y cultural.