Hace 27 años, con fecha 25 de marzo de 1995, el Papa San Juan Pablo II, en el decimoséptimo año de su pontificado, promulgó la Encíclica Evangelium Vitae, que trata “sobre el valor y el carácter inviolable de la vida humana; el categórico rechazo al aborto y a la eutanasia. En ese documento pontificio se destaca que poco a poco, los atentados en contra de la vida “tienden a perder el carácter de «delito» y a asumir paradójicamente el de «derecho» (n.11) y advierte que cada vez va siendo más frecuente interpretar los delitos contra la vida como “legítimas expresiones de la libertad individual, que deben reconocerse y ser protegidas como verdaderos y propios derechos” (n.18), propiciando un trastorno fundamental en la conciencia colectiva.
La defensa de la vida de los más amenazados, forma parte del anuncio del Evangelio de Jesús. Por eso, señala San Juan Pablo II que «la Iglesia no se ha dado nunca por vencida frente a todas las violaciones que el derecho a la vida, propio de todo ser humano, ha recibido y continúa recibiendo por parte tanto de los individuos como de las mismas autoridades». Pero eso no significa que el derecho a la vida sea “una cuestión de fe” o “una creencia religiosa”, la vida humana es un tesoro, que se hace irrepetible en cada ser humano, que aparece de un modo frágil y expuesto a la violencia de los otros y que exige ser protegido con la máxima responsabilidad.
La opinión pública está fuertemente dividida a la hora de interpretar el derecho a la vida y se ha creado “en la opinión pública un cultura que presenta el acceso a la anticoncepción, la esterilización, el aborto y la misma eutanasia como un signo de progreso y conquista de libertad, mientras muestran como enemigas de la libertad y el progreso las posiciones incondicionales a favor de la vida” (n.17) llegando a calificar la posición de los católicos como una actitud terca, obstinada y fundamentalista. En un país, como Honduras, en donde la interrupción del embarazo es penalizada en todas sus formas desde 1997, alegar la defensa de los derechos sexuales y reproductivos de la mujer, con la finalidad de reducir embarazos no deseados y abortos, así como reducir las tasas de pobreza como argumentos para lograr despenalizar el uso de la PAE, no es otra cosa que una forma sutil de dar paso a la legalización del aborto. El Cardenal Óscar Andrés Rodríguez, atento a estas pretensiones, durante la homilía del domingo 13 de marzo, alzó la voz para “rechazar el aborto en todas sus manifestaciones” y añadió “Hay personas y grupos que están contra la vida.
Qué triste que no logramos que nuestra Honduras, respete la vida, que no haya muertos, nadie tiene derecho a quitarle la vida a nadie y mucho menos la vida al que no ha nacido, es la peor de las injusticias, sociedades que se rasgan las vestiduras, y quieren sentenciar a muerte a los que no han nacido”. La educación de la sexualidad fundada en la afectividad y no solo en la genitalidad son valores universales que se deben fomentar entre los jóvenes.