Editorial | Nuestra voz |La oración como vínculo de comunión con Dios y con nuestro hermano

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En este año 2024, el Papa Francisco invita a todos los cristianos, a promover la oración individual y comunitaria como antesala del Jubileo 2025 y ante todo para recuperar el deseo de estar en la presencia del Señor y escucharlo a través de una gran sinfonía de oración; en la cual cada uno lo adora de modo particular, pero como en una gran orquesta, en donde todos suenan al unísono y qué mejor momento para iniciar nuestro compromiso de orar, de escucharlo, de hablar con Él, que en un tiempo de gracia como es la Cuaresma, que es el camino que nos lleva al gran acontecimiento de la Pascua Resurrección de nuestro Señor Jesucristo.

En este caminar en medio de la resequedad, de la arena caliente, del calor intenso, del sol inclemente que representa cruzar el desierto de nuestra realidad comunitaria e individual, hacia nuestra liberación de la esclavitud del pecado: la oración y la Palabra de Dios, nos encaminan y nos fortalecen, acogiendo con fe esos momentos de aridez, que nos dan la capacidad de discernir y experimentar la presencia transformadora de Cristo en nuestra historia y en la de cada persona que encontramos en nuestro diario caminar, ayudándonos a renovarnos espiritualmente para poder celebrar un día la Pascua eterna.

La mayoría de nosotros hemos vivido el lado oscuro de la vida: la enfermedad, la muerte de un ser querido o la pérdida o falta de un empleo. Y, con frecuencia nos encontramos con más decepciones y tristezas como resultado de la oración sin respuesta y además, cuando unimos nuestras manos en señal de súplica, nos enfrentamos a muchas dudas: ¿Tiene algún sentido orar, por un asunto particular, que podría estar fuera de lo que Dios quiere para nosotros? ¿Cómo debemos orar cuando ni siquiera estamos seguros de cuál es la voluntad de Dios? Y Jesús, responde nuestra duda y nos dice que nuestro Padre Celestial sabe lo que necesitamos, pero que sin embargo debemos pedirlo. “Pidan y se les dará; busquen y encontrarán; llamen y se les abrirá la puerta.” Leemos en Lucas 11, 9 y unos pocos capítulos más adelante, Jesús cuenta la parábola de la viuda y el juez para “mostrarles que debían orar siempre, sin desanimarse”; entonces, ¿podemos cambiar la voluntad de Dios con nuestras oraciones? La respuesta es “si” y nos la da el mismo Jesús. Jesús no solo habló acerca de la oración, él oró y nos enseñó con el ejemplo, El cómo el Ungido, sabía cuál era la voluntad de Dios para él; sin embargo, tuvo que luchar contra la tentación de seguir su propio camino y obedecería como él instruyó a sus discípulos antes y después de su tiempo de oración en el Monte de los Olivos, “Oren para que no caigan en tentación”. Por lo tanto, no nos rindamos. ¡Sigamos orando incansablemente para que el nombre de Dios sea santificado, venga su reino y se haga su voluntad, esperando recibir de nuestro Padre lo que pedimos! de manera íntima y comunitaria como Iglesia que camina uno a la par del otro.

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