El 11 de marzo de 2020 hace exactamente dos años y 4 meses, la Organización Mundial de la Salud (OMS) declaró a la COVID-19 como una pandemia, desde ese momento, la enfermedad ha infectado a aproximadamente 500 millones de personas en casi 250 países del mundo y ha matado a más de seis millones de seres humanos en todo el universo, causando sorpresa y desconcierto entre la comunidad científica dada la rapidez con la que evoluciona el virus, lo que hace en el cuerpo humano y cómo se transmite de una especia a otra; circunstancias que ha provocado que el virus siga causando estragos en los humanos e impidiendo el retorno a la “normalidad prepandémica”.
Multitud de personas se enfrentan a síntomas que persisten durante semanas o varios meses después de que se les ha diagnosticado una infección, dando origen a un nuevo y desconcertante síndrome de covid prolongado, que pone en jaque a virólogos y profesionales de la salud que trabajan incesantemente para descifrar y predecir nuevas mutaciones a fin de poner fin a su trasmisión y a la gravedad de los síntomas.
El covid sigue ahí y todavía no se sabe qué esperar, ya van más de dos años de trayectoria e historia y aun así sigue siendo difícil predecir lo que ocurrirá, pero la apertura de actividades sociales y económicas está provocando que muchos casos asintomáticos circulen libremente provocando la propagación del virus sin saberlo, creando una nueva oleada de contagios; de ahí la importancia de asumir de manera consciente una responsabilidad individual y social.
Pretender que no pasa nada, que ahora los síntomas son como la de una ligera gripe es una irresponsabilidad, la persona irresponsable muestra una actitud infantil, es una persona inmadura que siempre justifica sus malas acciones, se muestra indiferente y es egocentrista: solo piensa en su bienestar y no le importa la de los demás. Razón tiene el Papa Francisco cuando afirma que hoy se ha globalizado la indiferencia y hace el llamado a la ciudadanía a globalizar la fraternidad.
Esta enfermedad la combatiremos entre todos, pero, debemos trabajar para que el contagio y propagación del COVID-19 no siga afectando a más personas, debemos aunar esfuerzos y aplicar de manera oportuna y correcta las indicaciones, de tal manera que hoy más que nunca se vuelve indispensable el cumplimiento de la responsabilidad ciudadana, para evitar la propagación del coronavirus COVID-19: el distanciamiento social, las medidas de higiene, el uso de mascarillas. Estas medidas tan sencillas es necesario llevarlas al pie de la letra, de lo contrario la responsabilidad individual se torna colectiva, en el sentido de que, al no cumplir, la expansión del virus se torna más grave y el problema se vuelve colectivo.
Colectivo porque afecta no solo el núcleo familiar, el barrio, la comunidad, la ciudad entera. Con los subsiguientes problemas: dificultades en el acceso a los servicios de salud destinados para todos y los cuales se reservan para atender los enfermos de covid-19 por ser una condición de salud extremadamente contagiosa y que trae consigo complicaciones graves que desbordan todos los espacios físicos, materiales e insumos de las Instituciones en la atención del enfermo.