Cada veinticinco de diciembre, toda la tierra se alegra y se regocija por el nacimiento del Hijo de Dios en Belén, el mundo entero se estremece y se paraliza ante este sublime acontecimiento que ha marcado la vida de la humanidad.
Desgraciadamente el mundo moderno ha mezclado esta santa alegría con la negación insensata de su presencia, reemplazándola por otras cosas que no tienen nada que ver con su nacimiento y paulatinamente se ha ido cambiando por otros ideales que trasgreden las enseñanzas de Jesús. El intento de cambiar la frase, “Feliz Navidad” por “Felices fiestas” no puede opacar el hecho de que sin Jesús no puede existir esta fiesta, la Navidad es Jesús, no hay Navidad sin Jesús.
No hay fiesta sin Él, Él, es el centro y el corazón de todo esto que hoy celebramos, Él, es el motivo que nos congrega en torno a una mesa en el presbiterio de un templo o en el comedor de nuestros hogares, de tal modo que es necesario detenernos un momento para meditar acerca del significado de esta fiesta y la razón del nacimiento de Jesús, el Hijo de Dios entre nosotros, sin reducir esta celebración a una mera fiesta de muchos colores, sabores y regalos.
No podemos ocultar o soslayar el hecho de que la Navidad encuentra a los hondureños inmersos en una incontenible ola de violencia, como si se tratara de una guerra, que sigue llevando luto y dolor a miles de hogares en las áreas urbanas y rurales, con el precio de los alimentos por las nubes y las perspectivas de crecimiento nacional inciertas; lo que nos obligan a seguir edificando juntos un camino de renovación espiritual, para reconocer que sí se puede construir una mejor sociedad entre todos.
Para postrarnos, como los pastores de Belén y como los Reyes Magos, ante el Niño Dios y con humildad reconocer nuestros errores y pedirle que ilumine nuestros pasos. Está claro que 2022 ha sido un año difícil y de muchos retos para los distintos sectores de la vida nacional, lo que supone que las esperanzas de un mejor horizonte en el año nuevo están distantes pero no imposibles, ha llegado la hora de encarar los desafíos futuros, de superar los conflictos familiares, de perdonar de corazón a quienes nos han ofendido y reconciliarnos en lo posible; de tomar las riendas de nuestro destino y proyectar mejores días, con fe, voluntad, buenos deseos y sobre todo con mucha humildad y trabajo para el bienestar social.
Ciertamente, un año nuevo trae consigo grandes oportunidades y grandes dificultades, alegrías y tristezas, triunfos y fracasos y pese a las malas noticias que escuchamos a diario, en esta época festiva y de reflexión debemos caminar por el camino de la esperanza, esparciendo la semilla que anuncia la paz, la verdad y las buenas nuevas con la fe de que de esas semillas podamos cosechar ciudadanos responsables, comprometidos, valientes, trabajadores, honestos, temerosos de Dios y que quieran trabajar para marcar diferencia para el bien común. Desde el Semanario FIDES y, ante la humildad de un pesebre, queremos hacerles llegar un abrazo fraterno.