En este día, 01 de mayo, que celebramos a nivel internacional el día del trabajador, la Iglesia Católica celebra la fiesta de San José Obrero, Padre y Custodio del Señor, a quien hoy recordamos como “patrono de los trabajadores”, en virtud que él conoció muy bien el mundo del trabajo: fue carpintero, y con su sudor procuró el sustento diario a su familia: Jesús y María. La fiesta de San José Obrero fue instituida en 1955 por el Venerable Papa Pío XII, ante un grupo de obreros reunidos en la Plaza de San Pedro en el Vaticano. Pío XII quiso también que el Custodio de la Sagrada Familia “sea, para todos los obreros del mundo, especial protector ante Dios, y escudo para la tutela y defensa en las penalidades y en los riesgos del trabajo”.
Una sociedad orientada hacia el bien común y proyectada hacia el futuro se mide, sobre todo, a partir de las perspectivas de trabajo que puede ofrecer. El alto índice de desempleo, la presencia de sistemas de educación desfasados, obsoletos o arcaicos y la persistencia de dificultades para acceder a la formación y al mercado de trabajo constituyen para muchos, un grave obstáculo en el camino de la realización humana y profesional.
Quien está desempleado o subempleado padece, en efecto, las consecuencias profundamente negativas que esta condición produce en la personalidad y corre el riesgo de quedar al margen de la sociedad y de convertirse en víctima de la exclusión social, porque los periodos largos de desempleo pueden causar en los jóvenes, mujeres, en los trabajadores menos especializados, minusválidos, inmigrantes, exreclusos, analfabetos, el problema de estabilidad emocional como depresión, ansiedad y estrés.
Síntomas claramente visibles en la sociedad hondureña a causa de la inestabilidad política, social y económica que impera en país; la falta de inversiones nacionales y extranjeras que generen nuevos empleos, la derogación de la Ley de Empleo por Hora; la extorsión a la pequeña y micro empresas que han cerrado operaciones ante la imposibilidad de permanecer abiertas, así, como la errática planeación financiera, fiscal y estratégica del estado, exacerbado por la crisis financiera y la recesión económica mundial, la fuga de capitales hacia otros países y el cierre de empresas generadoras de empleos, etc. que causa grandes estragos en la población.
Todas las fuerzas sociales: empresas, sindicatos, grupos políticos, tienen la obligación de hacer realidad este derecho al trabajo y de perseguir el objetivo del pleno empleo ya que no es responsabilidad única del estado, a pesar de que el sector empresarial considera que algunas políticas del gobierno han afectado la inversión pública, privada y extranjera, cargas tributarias elevadas, invasiones de tierras; así como, la baja ejecución del presupuesto nacional destinado a la inversión pública, ha contribuido a la caída del empleo en el país. Las implicaciones morales que la cuestión del trabajo comporta en la vida social, lleva a la Iglesia a catalogar el desempleo como una «verdadera calamidad social» por esa razón rogamos que, siguiendo el ejemplo de San José Obrero, creamos en Dios, aún en medio de las dificultades, miedos y debilidades.