Editorial |Nuestra voz |El orgullo de ser católico

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Hay un orgullo tóxico y nefasto, hijo de la soberbia, que quien lo tiene cree que se merece lo que posee, que el mérito es enteramente suyo, un sentimiento que nos lleva a quedarnos solos, sin Dios, sin las personas que amamos, sin amigos y como es un pecado puede llevarnos al infierno sino nos arrepentimos y hacemos propósito de enmienda a tiempo. Ese orgullo detestable nada tiene que ver con el orgullo de ser católicos, de ser hijos de Dios; El, nos ha elegido como hijos suyos, concediéndonos una nueva vida, su gracia y un don por el que Dios habita en nosotros, sin mérito alguno.

Es fundamental dar cuenta a otros, conocer y definir con precisión la “gracia” que recibimos el día de nuestro bautismo, porque esa gracia de Dios, es en realidad, el hecho central de nuestra religión y es la que da sentido a todo en lo que creemos. Ser Católico, representa recibir una riqueza infinita ante la cual todas las demás no valen nada, todos los tesoros de ciencia, de la tecnología , de las bellas artes, todo lo que el mundo ofrece, no tiene comparación con lo que poseemos los cristianos católicos y que por desgracia muy pocos conocen y aprecia, simplemente porque no se dan el tiempo de escudriñar las Sagradas Escrituras, de conocer en qué creemos, porque estarnos acostumbrados a no definir con exactitud nuestra Fe; pero ha llegado el momento, que el Orgullo de ser Católicos se manifieste en las personas que de manera espontánea se declaran Católicos: hombre y mujeres comunes que sean capaces de definir conceptos tan básicos como qué es la Misa, qué son los sacramentos, o qué es la gracia y echar por tierra la presunción de que si preguntamos , obtendremos seguramente respuestas de lo más superficiales, diferentes y hasta totalmente equivocadas, dada la mortal ignorancia religiosa de la mayoría de los católicos.

Cómo no estar orgullosos de ser católicos si somos llamados Hijos, somos la razón por la que Dios mandó a nuestros corazones el Espíritu de Su Propio Hijo que clama al Padre: ¡Abba! o sea: ¡Padre! (Gál. 4, 4-6) Dios en su infinita bondad y sin que mediara nuestra voluntad, suprimió la infinita distancia entre Él y nosotros, encarnándose en las entrañas purísimas de la Santísima Virgen María, para que así llegáramos a ser hijos adoptivos de Dios, hermanos de Jesús “en todo semejante a nosotros, excepto en el pecado” (Heb.4, 15). Está claro que ser católico no es una herencia genética que nos viene del papá y mamá, una tradición por la que el 25 de diciembre se celebra comiendo nacatamales, torrejas y tomando rompopo, sino una elección divina, Dios mismo nos ha elegido para que seamos quienes somos y seamos santos, antes de la constitución del mundo. Por tanto, nuestra creencia cristiana no es fruto del azar ni estaba escrita en las estrellas y esa certeza nos da una responsabilidad que bajo ningún punto podemos olvidar, porque ser verdaderamente católico es reconocer a Jesús como Dios, que se encarnó para enseñarnos el Camino, la Verdad y la Vida.

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