Editorial |Nuestra Voz |El nacimiento de un Niño que cambió la historia del mundo

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Contar la historia de Jesús puede parecer, a primera vista, sencillo e incluso irrelevante porque cualquier persona nacida y criada en una familia católica está acostumbrada desde la infancia a la tradición del Pesebre en Navidad, como representación de la Natividad de Jesús. Si luego tu- vimos la oportunidad de asistir a la formación para la Primera Comunión y Confirmación tuvimos acceso al Catecismo, donde aprendimos a conocer la historia de este hombre que no fue sólo un hombre, y que tomó en Sus manos la salvación de todos, sino que también hemos escuchado Sus parábolas de sus milagros de tal modo que Sus palabras de amor y sabiduría nos han acompañado durante toda nuestra vida. Pero, independientemente de cuál sea la religión que se profese, la historia del nacimiento de Jesús está estrecha- mente relacionada con la historia de la humanidad y merece ser conocida y comprendida en sus múltiples y preciosas facetas, una forma es seguir los hechos narrados en los cua- tro Evangelios Canónicos, escritos por los evangelistas Mateo, Marcos, Lucas, Juan y la otra es descubrir que ¡Dios siempre cumple su pala- bra! Él prometió el nacimiento de su Hijo, nacido de mujer y eso ocurrió en el día determinado. Para muchos esos acontecimientos siguen siendo “cuentos de camino real” como de- cían los abuelos , pero no olvidemos que en esta época de Navidad, la invitación es siempre a la conversión y la renovación espiritual, basadas en el encuentro personal con ese niño que se hizo adulto y entrego su vida para expiación de nuestros pecados, un encuentro que avive nuestra fe y vida cristiana, teniendo presente en estas fiestas de amor, lo que el mismo Jesús nos dice en su Evangelio: “Les aseguro que si no cambian y se vuelven como niños, no entrarán en el Reino de Dios” (Mateo 18, 3).

Lo que implica sencillamente, que el Señor desea que cada uno de nosotros mantenga firme la actitud del niño, que consiste en vivir en la inocencia del amor, que no piensa en el odio, en el rencor ni en la venganza; que no se desvela preocupándose por las cosas que no tiene; que vive un día a la vez, porque cada día para él es una aventura que lo lleva siempre a descubrir, porque siempre cree en las posibilidades. Ser niño es ser obediente, tierno, sencillo, entusiasta, honesto, feliz y confiado. Y lo podremos lograr si mantenemos nuestra condición de hijos recibida en nuestro bautismo, mediante un encuentro transformador que debe ser alimentado, sostenido y profundiza- do en la oración personal y comunitaria, en la escucha orante y el estudio de la Palabra de Dios, en la lectio divina, en la celebración y recepción de los sacramentos de la Eucaristía y de la Reconciliación, en la adoración y contemplación eucarística, en la vida en la comunidad eclesial, en la acogida de los pobres, dejando atrás nuestra vida tibia y superficial. Desde el Semanario Fides hacemos votos para que todos pidan al Señor de la gloria su Espíritu de Niño en estas

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