Editorial |  Nuestra voz | Delegados de la Palabra y su misión de amor

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Poco después de haberse clausurado el Concilio Vaticano II (1962-1965), en el año 1966, en la Diócesis de Choluteca, Honduras, nació una notable experiencia de “Delegados de la Palabra” por obra de misioneros canadienses.

Es así, que un 27 de marzo de 1966, en que se celebraba el Domingo de Ramos, diecisiete campesinos son llamados por Monseñor Marcelo Gerín (Q.D.E.P), a un curso para animar las celebraciones litúrgicas de la Semana Santa en sus comunidades donde no podía llegar un sacerdote, de ese modo, querían suplir la escasez de sacerdotes en las zonas rurales y evitar que las comunidades quedaran abandonadas.

Tenían el encargo de la celebración de la Palabra los días domingos y días festivos, pero el movimiento de los Delegados de la Palabra evolucionó rápidamente hacia metas más amplias de animación cristiana y de desarrollo comunitario, en perfecta sintonía con la doctrina social de la Iglesia. La II Conferencia General del Episcopado Latinoamericano, realizada en Medellín, en 1968, asumió y fortaleció el movimiento de los delegados de la Palabra, designándolos “animadores de la comunidad”, ligados directamente a la nueva evangelización liberadora y a la formación y animación de las Comunidades Eclesiales de Base (CEBs), adquiriendo nuevos roles tales como la evangelización, la animación y promoción comunitaria y el fomento del desarrollo integral comunitario.

56 años después, esos hombres y mujeres bautizados que han recibido el llamado de Dios, a través de los obispos para cooperar con ellos y con los presbíteros en el ejercicio del ministerio de la celebración de la Palabra, según lo establece el Código de Derecho Canónico #759, han sido fermento en el mundo con la Palabra de Dios, convocando, reuniendo y ayudando de un modo especial a apacentar a su pueblo, formando comunidades de fe y de amor, de manera única y generosa. Su trabajo incesante a través de la celebración de la Palabra ha conseguido que muchas personas despierten a la luz de la fe, adquieran una fe centrada en Cristo, una fe más viva y operante, contribuyendo al nacimiento de comunidades católicas de corazón sencillo, más responsables y comprometidas con el servicio a Dios y a los hermanos.

No hay duda que, el ministerio que surgió para responder a la Pastoral ante el escaso clero a nivel nacional de aquella época, ha conseguido llevar el Evangelio a comunidades pobres, aisladas y remotas que han visto surgir líderes que acompañan mediante la evangelización casa por casa. Hablar de los Delegados de la Palabra, es hablar de personas llenas del Espíritu Santo, misioneros permanentes que entregan su vida, tal como lo hizo el delegado hondureño Don José Atiliano Franco Arita, a quien se le ha iniciado el proceso Diocesano de Beatificación y Canonización por vía del martirio como laico, como lo manifestó Monseñor Darwin Andino, obispo de Santa Rosa de Copán, en la reunión diocesana de Delegados de la Palabra el 24 de noviembre de 2019.

El postulador de la causa Fray Carlos Cortez resaltó que “José Atiliano en su ministerio como Delegado de la Palabra se caracterizó por su espíritu de fidelidad, entrega y adoración” poniendo de manifiesto el espíritu que anima a quienes forman parte de ese ministerio.

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