Editorial |Nuestra voz |De las cadenas del pecado a la tierra prometida

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Para el tiempo litúrgico de Cuaresma, es decir, los cuarenta días que anteceden a la Pascua de Resurrección, el Papa Francisco a través de su mensaje publicado el 1 de febrero 2024, invita a los cristianos a tomarse el tiempo de «repensar su estilo de vida» e involucrarse en sus barrios, colonias, trabajos etc., para “hacerlos mejores”. En el escrito, titulado “A través del desierto, Dios nos guía hacia la libertad”, el Papa Francisco expresa su deseo que la Cuaresma, que comienza el Miércoles de Ceniza, 14 de febrero, sea “un tiempo de decisiones comunitarias, de pequeñas y grandes opciones a contracorriente, capaces de cambiar la vida cotidiana de las personas y la vida de un barrio”.

Durante los cuarenta días de Cuaresma, hasta el tiempo litúrgico de Pascua, que se celebrará el 31 de marzo, el Papa Francisco advierte de lo peligroso que es que “¡el Éxodo pueda interrumpirse!” en nuestras vidas, como sucedió con los israelitas, quienes poco después de haber salido de Egipto, se quejaron de que no tenían suficiente comida y decían que era mejor ser esclavos en Egipto que morir de hambre en el desierto (Éxodo 16,1–3) por esa razón, invita a los creyentes a romper con la esclavitud interior, a no volver la vista atrás en busca de una falsa seguridad del pasado lleno de pecado, porque aunque parezca mentira, para muchos es mejor vivir dentro de una cárcel conocida, que fuera, al aire libre, donde hay cambios que afrontar y se exige de un cierto valor para evolucionar y trabajar para romper las cadenas que nos impiden alcanzar la tierra prometida.

A lo largo del texto, el Papa advierte que a pesar de que estamos a las puertas de una “tercera guerra mundial hecha pedazos”, nos exhorta a “correr el riesgo de pensar que no estamos en agonía, sino por el contrario, en parto; no al final, sino al comienzo de un gran espectáculo”, haciendo una analogía con uno de los acontecimientos más transformadores en la vida de una persona: una mujer dando a luz a su hijo, puede dar testimonio de que en ese momento la muerte y la vida se funden, la agonía y el nacimiento luchan.

Por otro lado, Él, pone de manifiesto su percepción de “una falta de esperanza” en las personas de hoy, a pesar de que la humanidad ha alcanzado “niveles de desarrollo científico, técnico, cultural y jurídico, capaces de asegurar la dignidad de todos”, pero el ser humano “camina a tientas en la oscuridad de la desigualdad y del conflicto” ese déficit de esperanza actúa en la deprimida justificación de que no conseguiremos vaciar el mar con una cuchara y ni siquiera actuamos en lo que nos parece posible. Sin embargo, podríamos cambiar mucho en esta Cuaresma si cada uno transforma su estilo de vida por uno más respetuoso consigo mismo, con los demás y con el medio ambiente; si se reaprende a ser solidario y fraterno comenzando en nuestros propios hogares, si se colabora para construir entornos de trabajo saludables, promotores del bien común y no de esclavitud.

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