“Ser sacerdote implica humildad, imitar a Cristo que viene a mí, que es tan grande que se hace amigo mío, que sufre por mí y muere por mí. Ésta es la humildad que hay que aprender” comentaba en cierta ocasión el Papa Emérito Benedicto XVI. Al conocer al Presbítero Alfonso Guzmán, esta frase cobra mucho sentido.
Origen
El Padre Alfonso es oriundo de El Salvador y proviene de una familia numerosa, ya que tuvo 12 hermanos. Les tocó vivir de cerca la pobreza y desde muy pequeño, junto a su familia, se dedicó a trabajar como cortador de café en una finca. De igual forma, laboró en agricultura, albañilería y se especializó en la avicultura. Recibe la fe de su madre, quien procura llevarlo a Misa dominical caminando un trayecto de al menos dos horas, aunque la mayor parte del tiempo la pasaban trabajando.
Vocación
El Padre comenta que recibe su llamado vocacional a muy temprana edad. Así mismo, indica que “Comencé a estudiar la primaria hasta que tenía nueve años, cumpliendo el plan básico hasta sexto grado, luego dejé de ir a la escuela por cinco años a raíz de la pobreza en que vivíamos”.
A pesar de esto, el presbítero se puso varias metas, ya que tenía tres anhelos en su vida indicó, uno de ellos, era el sacerdocio y los otros ser sastre o carpintero, pero para estas dos últimas, vio que el dinero sería su mayor problema por los instrumentos a utilizar, pero a pesar de ello, pesa más el llamado y Dios fue mostrándole el camino a través de unas religiosas extranjeras que lo apoyaron para que concluyera sus estudios.
Apoyo
También contó con el apoyo de su párroco, quien le ofreció ayuda, ya que él había sido rector del Seminario San José de la Montaña en El Salvador. Es así que se traslada a vivir a la parroquia para iniciar su proceso mientras concluía sus estudios secundarios. Al cambiar el sacerdote de este lugar, continuó su formación con el nuevo presbítero que llegó. Estando allí pudo concluir la parte académica.
Prueba
Uno de los momentos más difíciles que le tocó vivir fue la respuesta negativa que obtuvo en el Seminario Mayor, ya que, según uno de los formadores, él no tenía vocación. En ese momento álgido de mucha tensión, encontró en los sacerdotes somascos el lugar que Dios le tenía preparado. Tras conocer esta espiritualidad, su deseo de llegar al presbiterado se incrementó y tras ser aceptado, realizó todo el proceso formativo hasta alcanzar su sueño, ser sacerdote para siempre. Aprendió a desarrollar su vocación en Honduras en 2009 y esta es su segunda experiencia en el país, primera como párroco.