“De corazón…” (Mt 18,21-35 – XXIV Tiempo Ordinario)

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Continuamos este domingo día del Señor, desarrollando la formación que Jesús quiere dar sus discípulos y esto a su vez a sus comunidades. La enseñanza de hoy no admite excepciones. El discípulo debe estar siempre dispuesto y convencido de ofrecer un perdón sin recurrir a excusas o a distanciamientos vanos según el modelo del mundo “perdono pero no olvido”. La lección de esta larga parábola de Jesús podría ser sintetizada con el dicho de San Agustín: “Perdonados, ¡perdonamos!”. No se puede pretender el perdón para sí y al mismo tiempo negarlo a los otros: uno que no perdona a los otros es justo que también él no sea perdonado.  De allí el gran mensaje de toda la parábola. La exageración de la cifra que debe pagar el deudor desea magnificar como éste que ha recibido el indulto para no pagar nada de tan alta cantidad, no tiene miramientos para cobrar y castigar a quien le debía realmente nada en comparación a lo que a éste se le había perdonado. En verdad la parábola expresa bajo un examen minucioso los dos rostros, el del amo y del deudor. En el primero se vislumbra la figura de Dios: no por nada se le llama “rey”. Solamente con Dios el hombre puede contraer deudas tan desproporcionadas porque, al contrario de los hombres, el Señor es infinitamente tolerante. Él soporta lo que en la lógica humana es inaceptable. El rostro del deudor airado y molesto por lo que se le debe y no se le puede pagar, son bagatelas microscópicas comparadas con los créditos que Dios podría manifestar sobre nosotros. Pero somos implacables ante quien nos debe. Fácilmente olvidamos lo mucho que Dios nos ha perdonado. ¿No deberíamos hacer nosotros los mismo que Dios hace? Es la gran pregunta de este domingo en el mes de la Biblia. Y, San Pablo bien lo señala: “¡Perdonaos mutuamente! Así como el Señor os ha perdonado, así debéis hacer vosotros” (Col 3,13).

Padre Tony Salinas, párroco de San Juan Bautista, Ojojona

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