“Dar testimonio de Jesús es ser herederos de su paz”, Papa Francisco.

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El Papa Francisco en el rezo del Regina Coeli de este domingo, destacó las palabras de Jesús sobre las palabras de Jesús sobre la paz, “El Señor lo sabe, y con todo no reprocha, no usa palabras severas, no pronuncia discursos duros. En vez de mostrar agitación, permanece afable hasta el final. Un proverbio dice que se muere como se ha vivido”.

Las últimas horas de Jesús son, en efecto, como la esencia de toda su vida. Experimenta miedo y dolor, pero no deja espacio al resentimiento y a la protesta. No se deja llevar por la amargura, no se desahoga, no se muestra incapaz de soportar menciona el Papa, quien añade que, “desea que también nos comportemos así nosotros, que somos los herederos de su paz. Nos quiere mansos, abiertos, disponibles para escuchar, capaces de aplacar las disputas y tejer concordia. Esto es dar testimonio de Jesús, y vale más que mil palabras y que muchos sermones. El testimonio de la paz”.

Francisco cuestionó si ese es el comportamiento que tenemos como cristianos y nos presentó un examen de conciencia a base de preguntas que nos servirán mucho. “¿Aliviamos las tensiones, apagamos los conflictos? ¿Tenemos una mala relación con alguien, estamos siempre preparados para reaccionar, para estallar, o sabemos responder con la no violencia? ¿Sabemos responder con palabras y gestos de paz? ¿Cómo reacciono yo? Que cada uno se lo pregunte” dijo.

Asimismo enfatizó que La paz, que es nuestro compromiso, es ante todo don de Dios, “Esta paz es el Espíritu Santo, el mismo Espíritu de Jesús. Es la presencia de Dios en nosotros, es la “fuerza de paz” de Dios. Es Él, el Espíritu Santo, quien desarma el corazón y lo llena de serenidad. Es Él, el Espíritu Santo, quien deshace las rigideces y apaga la tentación de agredir a los demás”. Sobre el Espíritu Santo añadió que Es Él quien nos recuerda que junto a nosotros hay hermanos y hermanas, no obstáculos y adversarios. Es Él, el Espíritu Santo, quien nos da la fuerza para perdonar, para recomenzar, para volver a partir, porque con nuestras solas fuerzas no podemos. Y con Él, con el Espíritu Santo, nos transformamos en hombres y mujeres de paz. “Queridos hermanos y hermanas, ningún pecado, ningún fracaso, ningún rencor debe desanimarnos a la hora de pedir con insistencia el don del Espíritu Santo que nos da la paz. Cuanto más sentimos que el corazón está agitado, cuanto más advertimos en nuestro interior nerviosismo, intolerancia, rabia, más debemos pedir al Señor el Espíritu de la paz”.

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