Amadísimo Joven:
Soy Liss, y he tenido la fortuna de crecer dentro de un Grupo de la Iglesia, tuve mi encuentro con el Señor a los 15 años y después de ello tuve una maravillosa juventud al servicio de Dios en la Iglesia, he sido muy feliz y quiero dirigirme con amor, confianza y verdad hacia ti.
Hoy más que nunca, este mundo te necesita y te necesita firme en tu fe y tus convicciones. Muchas veces vivimos una vida a medias: Cristianos a medias, amigos a medias, novios a medias, estudiantes a medias; en una mediocridad constante porque no estamos dispuestos a tomar una decisión radical, y poner de nuestra voluntad para ser mejores. Y no es algo que te suceda sólo a ti, en tu juventud, sino que también a los adultos; Pasamos con un pié en el pecado y un pié en la gracia.
Alguna vez te has detenido a pensar: ¿Cómo estaría si Dios no estuviese en mi vida? Muchas veces pasamos por alto, que somos profundamente amados por un Dios que entregó su vida por nosotros, que en su infinito amor y Misericordia, el Señor nos llamó para protegernos, bendecirnos y santificarnos desde nuestra juventud; a veces tomamos como algo normal, como un juego o como algo social el estar en un grupo de la Iglesia y servirle a Él, por medio del prójimo; cuando en realidad es un regalo maravilloso: ¡cuántos jóvenes perdidos en las drogas, cuántos jóvenes que no se saben amados por Dios, cuántos jóvenes desperdiciando los mejores años de su vida en cosas vanas!
Pero tu historia, como la mía, puede ser diferente, porque cuando Jesús entra en una vida es necesario darle permiso de que tome todas las áreas de nuestro ser, para que las purifique y las sane. Él lo hace todo, pero nosotros debemos mostrar nuestra disponibilidad, para ser luz en las tinieblas de un mundo que se aleja de Dios: “No dejes que te critiquen por ser joven. Trata de ser el modelo de los creyentes por tu manera de hablar, tu conducta, tu caridad, tu fe y tu vida irreprochable.” (1ª Timoteo 4, 12).
Por eso te invito a que te enamores de Jesús que es Amigo fiel, de Él que es el Amor mismo; enamorarnos de Jesús es una aventura maravillosa, pues aunque todos nos fallen, Él no lo hace: fallan papás, mamás, novios, amigos, hermanos… pero el Señor permanece fiel, nos perdona y nos ayuda a continuar. Pero eso de enamorarse del Señor, no es solo una frase bonita, es un acto concreto de voluntad, que se manifiesta en acciones: ser asiduo a la comunidad, los Sacramentos, el Grupo Juvenil y dejar lo que le desagrade: Ir cambiando poco a poco. Cuando de verdad deseamos seguirle, no hay obstáculos, es posible estudiar, tener amistades y noviazgos (Santos) y seguir al Señor; es posible ser un joven normal y vivir un cristianismo profundo, verdadero y coherente, se puede ir al cine, salir a compartir con los amigos y vivir en el mundo sin ser del mundo. El pecado tampoco es excusa, pues el Señor es rico en Misericordia y nos perdona siempre que nos arrepintamos de Corazón.
Dios no nos quita nada, pero nos da todo: Entregar al Señor los mejores años de nuestra vida (o lo mejor que hay en nosotros) es la mejor decisión que se puede tomar en la vida. Él nos puede dar todo lo que necesitamos, solo basta que le digamos que sí. Ser un servidor del Señor en los años de juventud es una experiencia maravillosa, una aventura, una felicidad, algo que nos puede salvar la vida, nos rescata de la tristeza, de la soledad y del sin sentido, de las garras del demonio, el mundo y la carne y a cambio nos da paz, fortaleza, alegría y amor.
No tengas miedo de ser radical y entregar los mejores años de tu vida al Señor, puedes si quieres, porque Él no te deja, está siempre contigo. “Yo soy quien te manda; esfuérzate, pues, y sé valiente. No temas ni te asustes, porque contigo está Yavéh, tu Dios, adondequiera que vayas.»” (Josué 1, 8-9).
Con amor fraterno, Liss.