En el XIV Domingo del Tiempo Ordinario, el Santo Padre desde el balcón pontificio advierte del riesgo de que “nuestro corazón pueda acostumbrarse y permanecer indiferente, o curioso pero incapaz de asombrarse, de dejarse “impresionar” por las obras de Dios”.
Lo primero sobre lo que reflexiona el Papa son “las cosas por las que Jesús alaba al Padre”. El Santo Padre recuerda que, poco antes, el Señor ha recordado algunas de sus obras: “Los ciegos ven, los leprosos son purificados y la Buena Noticia es anunciada a los pobres” y ha revelado su significado diciendo que son los signos del obrar de Dios en el mundo.
Para comprender la grandeza del amor se requiere “humildad”
“El mensaje, entonces, está claro, dice su santidad, Dios se revela liberando y sanando al hombre con un amor gratuito que salva. Por esto Jesús alaba al Padre, porque su grandeza consiste en el amor y no actúa nunca fuera del amor”.
El Papa Francisco prosigue reflexionando sobre el Evangelio del día, asegurando que “Jesús nombra a los habitantes de tres ciudades ricas de aquel tiempo: Corozaín, Betsaida y Cafarnaúm, donde ha realizado numerosas curaciones, pero cuyos habitantes han permanecido indiferentes a su predicación”. “Para ellos, asegura el Santo Padre, los milagros han sido tan solo eventos espectaculares, útiles para ser noticia y alimentar las charlas; una vez agotado este interés pasajero, los han dejado de lado, quizá para ocuparse de otra novedad del momento. No han sabido acoger las grandes cosas de Dios”.
Por último, el Papa explica que los pequeños, en cambio, saben acoger las cosas de Dios. “Los pequeños son aquellos que, como los niños, se sienten necesitados y no autosuficientes, están abiertos a Dios y dejan que sus obras los asombren. ¡Ellos saben leer sus signos y maravillarse por los milagros de su amor!” asegura el Papa y pregunta a los fieles presentes: ” Cada uno de vosotros: ¿sabemos maravillarnos de las cosas de Dios o las tomamos como cosas pasajeras?”.
Nuestra vida está llena de milagros
“Nuestra vida está llena de gestos de amor, signos de la bondad de Dios. Sin embargo, ante ellos, también nuestro corazón puede acostumbrarse y permanecer indiferente, o curioso pero incapaz de asombrarse, de dejarse “impresionar””. Es esta la conclusión final del Papa con la que nos advierte que ““impresionar” es un bonito verbo que hace pensar en la película fotográfica: “Este es la actitud correcta ante las obras de Dios: fotografiar en la mente sus obras, para que se impriman en el corazón, a fin de revelarlas en la vida mediante muchos gestos de bien, de modo que la “fotografía” de Dios, amor se haga cada vez más luminosa en nosotros y a través de nosotros”.