Cada 08 de agosto celebramos a Santo Domingo de Guzmán, fundador de la orden de los predicadores, conocidos también como los dominicos. La tradición nos indica que, a este santo sacerdote español, se le apareció la Virgen María para enseñarle a rezar el Rosario en el año 1208. Desde allí, se convertiría en uno de los principales promotores de esta devoción.
Hay muchas historias sobre el inicio del Rosario. Una muy conocida tiene que ver con el rezo del salterio. Una de las recomendaciones que hacía la Iglesia es que la feligresía rezará los 150 salmos que aparecen en la Escrituras. Esta devoción sólo la podía hacer una élite muy pequeña, porque la mayoría de la población no era culta. Es por ello que se recomendó sustituir los 150 salmos, por avemarías y padres nuestros.
Es a Santo Domingo de Guzmán que se le atribuye la organización de los misterios del Rosario (Gozosos, Dolorosos y Gloriosos) como los conocemos hoy en día. (Recordemos que los misterios Luminosos fueron instituidos por San Juan Pablo II).
La historia del encuentro entre la Virgen y Santo Domingo señala que la Virgen se le apareció en la capilla. En su mano sostenía un rosario y le enseñó a Domingo a recitarlo. Dijo que lo predicara por todo el mundo, prometiéndole que muchos pecadores se convertirían y obtendrían abundantes gracias.
Algunos expertos señalan que «Santo Domingo había encontrado en esta devoción un arma para evangelizar a los hombres de aquel tiempo. Había descubierto el medio por el cual orar, meditar y contemplar. De hecho, recitando esta oración, alababa a Jesús a través y en unión con su Santa Madre María. Meditando sobre los misterios y la vida de Jesús y reflexionando sobre estos hechos podía llegar a la contemplación de la Única Verdad: Jesucristo. Podemos decir que nos muestra el camino por el cual llegamos a la unión con Jesús y con Dios, nuestro Padre amoroso. Desde el comienzo de la vida dominica, la oración y la contemplación fueron un elemento integrante e indispensable de la vida de los frailes».