Es la pregunta de Jesús a Felipe al ver una muchedumbre hambrienta. Dice el Evangelio que “Subió Jesús entonces a la montaña y se sentó allí con sus discípulos”. La montaña es el lugar de la relación íntima con Dios, donde Jesús permanece anclado siempre. Y entonces, estando en la montaña, “Jesús levantó los ojos y al ver que acudía mucha gente, dijo a Felipe ¿Con qué compraremos panes para que coman estos?” Jesús está preocupado por el bienestar de toda aquella gente. Le han seguido y ahora están hambrientos y exhaustos. Jesús se siente conmovido por su necesidad y su clamor.
Y por eso pregunta: “¿Con qué compraremos panes…?” Hoy también es una pregunta muy importante: Un tercio de la humanidad muere de hambre y de miseria. El hambre en el mundo alcanza a más 793 millones de personas, lo que equivale a todos los habitantes de América Latina y a más del doble de la Zona Euro. ¿Cuál es la respuesta de Felipe a la pregunta de Jesús? Felipe contestó: “doscientos denarios de pan, no bastan para que a cada uno le toque un pedazo”. Felipe debió pensar que Jesús se había vuelto loco.
¿Cómo podían ellos encontrar comida suficiente para esa inmensa muchedumbre? Felipe confiesa su impotencia: No se puede hacer nada. Pero uno de los discípulos, que es Andrés, interviene y le dice: “Hay aquí un muchacho que tiene cinco panes de cebada y dos peces, pero, ¿Qué es eso para tantos?”. Andrés vislumbra una solución distinta a la de comprar, pero constata la realidad, ¿Qué es eso para tantos? Hoy también nosotros nos preguntamos: ¿Qué es eso para tantos? ¿Cómo resolver el drama del hambre en el mundo y la escasez de bienes para una vida digna? La solución que Jesús propone no está en el dinero. Jesús orienta a sus discípulos por otro camino, que no creen nuevas dependencias de opresión
y explotación: una solución muy sencilla que consiste en compartir con los necesitados. La figura del “muchacho” de quien viene la solución, es importante; el “muchacho” es alguien pobre, que en esas sociedades no cuenta para nada. Y los medios, (los panes de cebada y los dos peces), son también medios pobres… Y Jesús, sin hacer caso del pesimismo, da una orden: “Digan a la gente que se sienten en el suelo”. Jesús, antes de comenzar a repartir los panes, “dijo la acción de gracias y los repartió a los que estaban sentados”.
El Evangelio de hoy subraya la importancia de la solidaridad humana para resolver problemas que parecen no tener solución. Sin solidaridad hay cuestiones que nunca se solucionarán. Sí, el Evangelio de hoy nos invita a “globalizar la solidaridad”, el verdadero amor y el compartir. Jesús propone la solución con un signo que revelará cómo puede producirse la liberación y la vida en nuestro mundo. “Y los repartió a los que estaban sentados”.
Con este gesto del compartir (la comunidad cristiana) llegará a ser señal en medio del mundo, del amor generoso de Dios que nos conduce a una vida digna y llena de sentido. Jesús, al repartir los cinco panes y los dos peces ofrecidos por un muchacho, da una respuesta innovadora a las objeciones sobre la falta de dinero y la escasez de alimento para poder saciar el hambre de todos. Se trata de la respuesta del amor generoso del Padre que, a partir de poco, de la debilidad humana ofrecida del todo y compartida, sacia la necesidad de cada uno más allá de lo que es suficiente, con liberalidad, sobreabundantemente….
“Recojan los pedazos que ha sobrado; que nada se pierda” ¡Cuanta comida se desperdicia! Tan solo con los alimentos que se pierden en América Latina y África por falta de medios para conservarlos podrían comer 600 millones de personas. “Llenaron doce canastos”. Es una inmensa cantidad de comida, quiere decir que Dios nos da en abundancia, porque nos ama abundantemente. Hoy también hay mucha hambre en nuestro mundo, hambre de pan, de cultura, pero también de comprensión, de amor, de ternura y de Dios. Nuestro mundo está hambriento de Dios… ¿Quién va a satisfacer tantas hambres en nuestro mundo? Tenemos necesidad de que Alguien alimente nuestro corazón vacío de sentido. Jesús se convierte en alimento de nuestros corazones y nuestras vidas. Todo el que se acerca a Jesús queda saciado. Que en nuestra oración de hoy podamos decirle: Señor Resucitado te damos las gracias por este gesto que nos enseña a compartir y a ser solidarios, te pedimos, una vez más, aprender a amar como Tú nos amas a todos.