Reflexión |Esperando

Nadie quiere hacer negocios con un Estado que no sabe manejar de manera transparente lo que tiene entre manos

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He leído con detenimiento el último informe de la CEPAL: “Panorama Social de América Latina.” No puedo negarles que después de haberlo leído he debido sentarme por un buen rato a orar. La situación es realmente alarmante y el futuro no es nada promisorio al menos desde lo que las frías cifras arrojan de la situación socioeconómica que atravesará nuestro país en los próximos años. Solamente para los personeros del Gobierno es que en este país hemos avanzado en la lucha contra la pobreza. Sin duda, porque se refieren a la pobreza de ellos que han sabido combatir tan bien.

Sabemos bien que en cada cambio de Gobierno, obviando evidentemente que éste no cambió, lo que ocurre es que surgen nuevos ricos que nada malo sería si fuese el producto de su honrado trabajo y como premio a un servicio sustentado en la ética y en la búsqueda del bien común. La pobreza, la extrema pobreza, ha aumentado a niveles que son completamente inhumanos.

Estoy seguro que comenzarán a echar la culpa de esta situación a la crisis provocada por la pandemia o por las inundaciones que sufrimos el año pasado producto de las tormentas tropicales, sin embargo, la peor pandemia y la peor tormenta que nos viene atacando desde hace muchos años es la corrupción. Si no se robaran el dinero y si el dinero fuese destinado de manera priorizada, sin jugar tanto al sostenimiento de la clientela política, si hubiese verdadera justicia social en nuestro país y justicia legislativa, todos entenderíamos qué salir de la pobreza sería difícil, pero no tan difícil.

Espero que tampoco al leer ese informe, estos señores que detrás de un micrófono son capaces de hablar cosas que solo existen en su cabeza o que sólo el líder quiera escuchar, no vayan a decir que es de percepción el asunto. En el momento que estoy escribiendo estas líneas, en todos los países de América central se está llevando a cabo una campaña de vacunación masiva de su gente. Nosotros seguimos esperando. Parece que en Honduras el verbo que más debemos aprender a conjugar es ese esperar.

¿Esperar el qué? ¿A qué se termine este período de Gobierno? ¿A qué vengan otros con las mismas cancioncitas pero sin la verdad en sus labios ni en su corazón? ¿A que alguien nos eche la mano desde fuera por pura conmiseración? Admitámoslo, con la imagen del país más corrupto de la región, con la imagen de un país sin rumbo, dividido, violento, incluso un narcoestado como le han llamado en muchas partes, hemos perdido toda credibilidad. Nadie quiere hacer negocios con un Estado que no sabe manejar de manera transparente lo que tiene entre manos. Toca esperar. Nuestros viejos esperaban un mejor país, nos dijeron que con la democracia y el cese de los gobiernos de facto eso iba a terminar. Seguimos esperando. Debemos cambiar. Eso empieza con cada uno y en cada uno. Esperar sin compromiso, es un delito.

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