La evangelización requiere de hombres y mujeres valientes que dicen “sí” al llamado de Dios, y que, en ocasiones deben dejar a un lado sus familias, trabajos, amigos y proyectos de vida para llevar la Buena Nueva a los diferentes continentes, convirtiéndose en misioneros de esperanza.
Este llamado a la misión es inherente al Bautismo, significa que todos los que hemos recibido dicho sacramento en algún momento de nuestra vida debemos asumir este compromiso, para ello, nuestra fe debe ser firme y enraizarse en la Palabra de Dios. La Palabra de Dios, como nos dice San Pablo, nos puede dar la sabiduría que por la fe en Cristo conduce a la salvación.
Apostolado
Todos estos elementos han hecho eco en la vida de Prady Coello, quien desde hace varios años Trabajan con la Infancia Misionera en la Parroquia El Salvador del Mundo, enfrentando grandes retos que, sin duda, han servido en el crecimiento de su vida espiritual y familiar.
Uno de esos retos es haber aprendido a tocar la guitarra, pues no tenían a nadie que animara los encuentros en su comunidad, podrimos decir, que este es apostolado que nace de la misión, porque lo que comenzó como una necesidad se convirtió en una vocación, y en la inspiración para seguir anunciando a Cristo. “Algo vieron en mí para pedirme que trabajara con los niños de Infancia Misionera en la Aldea Cerro Grande, lugar donde vivo, sabiendo que era una gran responsabilidad, asumí el reto”. A pesar que en cada reunión se hacían juegos y cantos con los niños, sabía que hacia falta el sonido de un instrumento, ahí surge la iniciativa de aprender a tocar la guitarra, pero no lo hizo sola, aquí se sumó su hija Angie Raudales quien era parte del grupo que ella atendía, y desde ese entonces, apoyadas únicamente con tutoriales de YouTube han hecho florecer un don que ya estaba en ellas, pero necesitaban regarlo para que diera frutos.
Compromiso
Con mucha emoción, Prady recordó, que, motivada por el Padre Eugenio Aldana, quien en ese entonces era su párroco, visitaban las áreas rurales y fue ahí donde comenzó a cantar en las Eucaristías, con el tiempo han ido perfeccionando sus técnicas y ahora ya tienen un gran repertorio de cantos con los que alaban al Señor cuando realizan la misión, incluso, apoyan en la catequesis y en otros movimientos que requieran animación, pues consideran que el don que han recibido de Dios, deben ponerlo al servicio de los demás. “Todo lo que realizamos, se lo ofrecemos a Dios por las misiones, por los sacerdotes, por todos los niños del mundo entero. Ese es nuestro fin, y es lo que nos enseñan en la Infancia Misionera” añadió Prady.
Perseverancia
Angie también forma parte de esta historia, y reconoce que es una gran bendición poder compartir con su madre este servicio de darse a los demás “Mi mamá es mi mejor amiga, y me llena de alegría saber que trabajamos juntas para el Reino de Dios” Ella, es consciente que la misión es un gran desafío y aunque al principio da miedo, al final es Dios y el Espíritu Santo quienes iluminan para poder decir las palabras que las demás personas necesitan escuchar, “a los jóvenes y a los niños les digo que no tengan miedo de seguir a Dios, no tengan miedo de poder evangelizar. Tenemos que poner a Dios como el centro de nuestra vida, cuando nosotros dejamos que Dios actúe, Él puede hacer cosas maravillosas en nuestras vidas” Para Angie la misión es un gran regalo, donde puede servir a Cristo a través del prójimo.









