Definitivamente que cualquier cosa que se publique con el sello del Papa Francisco, va a tener muy mala prensa. Lo hemos comprobado a partir de un documento que ni siquiera es una Instrucción sino una Declaración, de parte del Dicasterio para la doctrina de la fe: Fiducia suplicans. Con sólo esta primera frase deberíamos entender el alcance de dicha publicación. No se trata de una instrucción en la que se señalan directrices concretas en materia doctrinal o en materia pastoral. Sencillamente se habla de la manera cómo deben proceder los ministros ordenados en función de otorgar la bendición, a diferentes tipos de personas. En absolutamente nada, ha sido alterada o peor aún adulterada la doctrina de la Iglesia respecto del matrimonio y del valor de la unión conyugal. Sin embargo, la prensa internacional y los medios de comunicación que mal se hacen llamar católicos, han puesto el grito en el cielo frente a un documento que se ha leído muy mal y se ha interpretado peor.
Cuando ni siquiera se ha leído. Si hay algo que, a mi pobre entender si pudo haberse evitado, era hacer público este documento en los días previos a la Navidad. Nos han hecho perder nuestro tiempo discutiendo sobre cosas que realmente no son esenciales, porque repito, lo esencial sigue estando en pie, en momentos en los que deberíamos de estar enfocados en evangelizar y no en estar respondiendo a personas cuyo problema no es que su capacidad de entender sea reducida, sino que lo reducido es su conciencia porque no quieren entender. Desde hace mucho tiempo lamentablemente, algunos ministros ordenados han caído en el abuso en relación al trato que debe dársele a los matrimonios en situación irregular y las uniones de hecho, que son incluso más que irregulares.
Seguramente a lo largo de mi vida he bendecido a personas que moralmente no eran las más dignas. Y con toda seguridad, yo he sido administrador de un bien que no merezco, ni mereceré nunca. Sin embargo, en ningún momento al bendecir a esas personas estaba avalando ni estaré nunca, su modo de vida. A mí esta declaración, en particular, me gusta mucho por el énfasis que pone en no abusar ni de la liturgia ni de los espacios sagrados, que en el fondo es decir no abusar del propio ministerio, a la hora de extender a todos las gracias que Dios ha confiado a la iglesia y de las cuales sólo somos administradores. La Navidad es tiempo de familia, que nos recuerda la vocación de las familias y la de los matrimonios.
La Iglesia no puede dejar de anunciar este misterio. Es garante de la verdad sobre la unión entre un varón y una mujer. Que haya situaciones contrarias a este principio no quita que se apunte siempre a lo que es y debe ser. Sin embargo, también es cierto que la Iglesia anuncia a todos la verdad del evangelio y la caridad concreta y el respeto por las personas en la condición que sea, no cambia. Se bendice a todos pidiendo que cambiemos y nos comportemos como Dios manda.