Llega el fin de año secular y empieza la preparación para la Navidad, en todas partes vemos decoraciones, luces, árboles de navidad, pesebres y todo lo que externamente representa este tiempo; sólo se escucha hablar de regalos, pachangas y reuniones sociales pero muy poco se habla de preparar el corazón para celebrar el nacimiento del Salvador que es lo verdaderamente importante, porque está bien celebrar y que sea una época de alegría, pero sin olvidar lo esencial. Hoy 3 de diciembre es el primer domingo del tiempo de Adviento y es el comienzo del nuevo año litúrgico (2023-2024) en el que pasamos del ciclo A al ciclo B; con el Adviento que significa “venida o llegada” iniciamos un tiempo de gracia que nos invita a disponer y alistar el corazón para la venida del Señor; es una época de recogimiento y espera, pero sobre todo de conversión y penitencia, en el que debemos renovar nuestro corazón cada año para experimentar un cambio de vida a consecuencia del nacimiento del Niño Dios, tal como ocurrió con María y José que aceptaron el nuevo plan que Dios tenía para ellos.
Para lograr esa conversión debemos regresar a nuestros hermanos por medio del perdón, porque la venida del Señor llega cargada de amor, paz y reconciliación. Es probable que a lo largo del 2023 hayamos experimentado y visto a miembros de familias que no se hablan o amigos que han dejado de hablarse por malentendidos, En fin, podemos encontrar muchas razones para guardar rencores, pero al perdonar lograremos preparar la Natividad con alegría y gozo. Buscar a los ignorados, olvidados y rechazados en nuestra sociedad, ayudando a familias con dificultades económicas, llevando alegría a los ancianos que nadie visita, acompañando y dando consuelo a enfermos en hospitales, visitando a los niños que viven en albergues y no tienen familia; visitando a un amigo que esta sólo o invitarlo a la casa a compartir una cena; son pequeños detalles que ayudan a prepararnos para el encuentro con el Niño Dios.
En el Adviento también esperamos al Señor que viene a servir, por lo tanto, como discípulos, el servicio puede comenzar en la casa ayudando con los oficios del hogar, llevando ese espíritu de servicio al trabajo o a la escuela y como cristianos estamos llamados a compartir nuestros dones con los demás ofreciendo nuestro tiempo o servicios como colaboradores en la liturgia o ministerios. Siempre y especialmente en este tiempo fuerte de espera, la oración adquiere un papel protagónico en el plan de preparación, porque a través de ella entramos en comunión y sintonía con nuestro creador y un excelente recurso es la corona de adviento, cuatro velas que se van encendiendo de domingo a domingo que representan como las tinieblas se disipan con la luz, a medida que se acerca la Navidad y que nos permite meditar en el misterio de la Encarnación del Hijo de Dios en el vientre de una Virgen. En medio del ajetreo de las fiestas del mundo, no debemos perder de vista lo importante, todos estamos invitados a preparar nuestros hogares y nuestros corazones con esperanza en espera del nacimiento de Cristo.