Editorial |Nuestra voz |Guardar la Palabra de Dios en nuestros corazones

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Es común oír a algunas personas decir que la Biblia no tiene nada que ver con el catolicismo, sin embargo, se olvidan que cada día durante la Eucaristía en la Liturgia de la Palabra, se proclama la primera lectura que se toma del Antiguo Testamento; el Salmo Responsorial; la Segunda Lectura que se toma del Nuevo Testamento, que nos sirve para conocer cómo vivían los primeros cristianos y como explicaban a los demás las enseñanzas de Jesús.

El Evangelio que se toma de alguno de los cuatro evangelios del Nuevo Testamento: Mateo, Marcos, Lucas y Juan, de acuerdo al ciclo litúrgico y narra una pequeña parte de la vida o las enseñanzas de Jesús. Y, que durante la Liturgia Eucarística que comprende la ofrenda de los dones, la plegaria Eucarística y la Comunión, también es una estructura que se fundamenta en los actos que realizó Jesucristo en la Última Cena, cuando tomó el pan y el vino, pronunció la acción de gracias, lo partió y se lo dio a sus discípulos; de tal manera que esa idea errónea de que los católicos no usamos la Biblia para vivir nuestra fe no tiene sustento. Pero a pesar del fundamento bíblico de la Santa Misa, a los católicos, como pueblo santo fiel de Dios, la Biblia no acabamos de asumirla, de entenderla, de referir nuestra vida hacia ella, de saborear su mensaje y de ponerla en práctica, como ahora dice el Papa Francisco, de tal manera que en este tiempo es apropiado intentar aproximarse a una explicación y buscar la manera de dar vuelta a esta indiferencia, a fin de lograr propiciar un encuentro cercano con la Sagrada Escritura de manera que alimente nuestra fe y espiritualidad.

Algunos teólogos como la Dra. Olga Consuelo Vélez, explican nuestra falta de cercanía a las Sagradas Escrituras recordando que “Durante siglos, aunque ya estaba traducida, se consideraba que solo era para los expertos que, por supuesto, era el clero, ya que habían realizado estudios bíblicos, además, de que la traducción hecha por San Jerónimo era en latín que cada vez era conocido por menos gente”. Pero para nuestra bendición esa tendencia ha sufrido cambios drásticos y ahora se nos invita a leerla como el primer paso, para llegar a conocer a Dios, aprender Sus caminos y entender Su propósito para este mundo y para cada uno de nosotros.

Nuestro siguiente objetivo debe ser guardar la Palabra de Dios en nuestros corazones, a través del estudio, la memorización y la meditación sobre lo que ya hemos leído, manteniéndonos en oración a fin de que abra el terreno del alma y permita que el agua de la Palabra de Dios se filtre profundamente, dando como resultado una vida con mucho fruto y prosperidad espiritual, que implica una acción obediente a la Palabra de Dios, que sirva para afinar nuestro discernimiento, ayudándonos a distinguir mejor entre el bien y el mal. Finalmente, el mes de la Biblia puede ser el momento para redescubrirla como la Palabra de Dios que está ahí para ser acogida, escuchada, puesta en práctica y para traer mucha fuerza a nuestra tarea de construir un mundo más justo y mejor.

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