Monseñor Nácher: “Cuando la fe y el amor se encuentran, nace la esperanza”

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Llagamos al vigésimo domingo del Tiempo Ordinario y en la Eucaristía celebrada en la Catedral Metropolitana San Miguel Arcángel, Monseñor José Vicente Nácher recalcó que la insistencia de la mujer cananea se debía al amor que tenía por su hija y la fe en Jesucristo, y que cuando la fe y el amor se encuentran, nace la esperanza. 

Refiriéndose al encuentro de Jesús y una mujer pagana, como lo era cananea, el arzobispo capitalino dijo que “el encuentro con otro siempre exige salir de uno mismo al espacio común de la fraternidad” y recordó que es Jesús el que se pone a nuestro alcance, si salimos de nosotros mismos.

Además, añadió, que cuando la fe y el amor son fuertes, no dependen de la moda o la bonanza, porque tienen una raíz más profunda. “Viendo tantas relaciones familiares rotas o desvirtuadas, sigamos gritando como la mujer cananea, ‘Hijo de David, ten compasión de nosotros’. Al tempo que pidió orar por las familias. Las familias, que llamamos ‘Iglesia doméstica’, lo son porque en ellas, en algunas de ellas: se ora, se ama y se perdona. Pero también la podemos llamar a la familia ‘iglesia misionera’, porque para muchos ¿Dónde si no se muestra lo que es creer, querer y esperar? Y todos tenemos derecho a ser reconocidos, amados, esperados. Por ello, la comunidad cristiana, y otras instituciones, aún sin suplantar a la familia, sí están llamadas a velar para que a ninguna persona le falte lo necesario.

También resaltó como San Pablo nos recuerda la fuerza de la oración. “Y volvemos a la importancia de las familias incluso en el orden de la redención. Allí donde hay una persona que ora, allí está Jesús, y dónde está Jesús está la presencia divina de su amor. Por eso, bien podemos decir que quién ora con fe, se convierte en un pequeño templo del amor de Dios. Si mi casa es casa de oración, en ella se abre la puerta a la salvación”, dijo el prelado.

Y culminó diciendo que “lo que nos nutre a nosotros no son las migajas que caen, sino el pan del cielo que está sobre el altar. A esta mesa santa, aún sin merecerlo, estamos invitados hoy. Por la fe y el amor, descubrimos a Jesús como nuestro salvador. La fe nos permite reconocerlo en la Eucaristía, el amor nos permite encontrarlo en los necesitados”.

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